Historia y Ficción de la Amistad

Historia (y Ficción) de la Amistad 

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(Publicado por el Hoy Día Córdoba el 20/07/22 con una hermosa ilustración de Viviana Di Campli)


Estamos enterados, casi en exceso, que el día del amigo es una creación argentina que se celebra el 20 de Julio. Tampoco es demasiado original recordar que el autor de esa efeméride es un contemporáneo: el odontólogo, docente y locutor radial Enrique Ernesto Febbraro que propuso esa fecha en el marco de la llegada del hombre a la Luna. 

Esta idea, macerada largo tiempo entre las inquietudes de Febbraro (fallecido en 2008) estaba prevista para el 21 de Julio -que este año hubiera caído oportunamente un Jueves- pero se debió adelantar dado que el alunizaje también se anticipó al 20 de Julio. Como consecuencia tomaremos alguna copa de más un miércoles mientras que aquella semana de 1969 cayó Domingo y aún estaba en cartel Los muchachos de antes no usaban gomina, una olvidable película que apoya su relato de tinte clasista, en la amistad entre dos compinches llamados Rosales y Mocho.

La historia se pone más interesante si incorporamos algunos datos: el día de la amistad -nótese que esta versión tiene condición de género no masculino- es otro y existe en el resto del mundo, pero se celebra el 30 de Julio. Esa fecha es la oficialización de la Cruzada Mundial por la Amistad que data de 1958 y fue aprobada por la ONU en su asamblea general del 3 de mayo de 2011 con la Resolución 65/275. 

De esta segunda información podemos inferir que las Naciones Unidas sí consiguen ponerse de acuerdo en estos temas. Las guerras y los refugiados, deberían entender que todo llega a la ONU si se dispone de unas décadas de paciencia. Imaginamos los debates custodiados por Frank Debin (Leslie Nielsen) y el dolorido Nordberg, colegas en La pistola desnuda.

Extrañamente el día de la amistad -una suerte de competidor contra nuestra versión de características lunáticas- no surgió en Francia o en Japón sino acá al lado, en Paraguay. Fue -también- una inquietud de un contemporáneo.

En ese caso se trata del Doctor Ramón Artemio Bracho, que no era odontólogo sino médico y que falleció hace un año, el 22 de Junio de 2021 con casi un siglo de edad: había nacido un 8 de Octubre de 1924. Imaginamos la charla entre los camaradas paraguayos, oscilando entre la serie Friends y Buenos Muchachos de Scorsese.

Tanto Don Bracho, como su colega porteño con el odontólogo Febbraro, fueron hombres de familia aunque -sin ánimo de plantear competencias- nuestro connacional hace una diferencia con tres matrimonios, de los cuales él mismo destacaba el último con su prima. 

Aunque no existen referencias que indiquen tan siquiera un saludo entre ambos ¿hubieran sido buenos amigos?


Lealtad

Podríamos suponer una cierta desconfianza entre ellos y hasta un antagonismo tratándose de personas apasionadas que invirtieron décadas de su vida y esfuerzos económicos en impulsar la causa. Febbraro relató varias veces como sacrificó vacaciones y otros placeres mundanales en pos de instalar el día del amigo enviando cartas a todo el mundo.



Otra versión del vínculo sería una reunión amistosa entre ambos -y léanse las siguientes líneas con la fritura del proyector de cine 35mm e imágenes rayadas por las sucesivas proyecciones-, con una cena copiosamente regada y un grupo ampliado de amigos consensuado una fecha entre en 20 y el 30 de Julio. 

En una adaptación divergente, puede que los amigos de ambos bandos no consiguieran consenso y, los partidarios del odontólogo abrieran fuego contra los simpatizantes del médico argentino. Ubicamos esta remake en la zona de El Padrino de Coppola, film que hace de la amistad un valor en el mundo de la mafia. Esta variante podría tener una secuela que desencadene en un raid de persecuciones, furia y muerte -sumamente desaconsejable para celebrar la amistad-. La adaptación dejaría a nuestros dos héroes en un lugar de incomprensión que, a toda velocidad en un descapotable, optarían por el suicidio tomados de la mano de tinte travesti. Esta posibilidad transformaría a la película Thelma y Louise en una suerte de homenaje inconfesado a los facultativos.


Compañerismo

Lo cierto es que la amistad es el gran nutriente cinematográfico. Ajenos a la puja entre Paraguay y Argentina durante el siglo pasado, las fábricas de ilusiones ubicadas en Hollywood han homenajeado a uno de los grandes sentimientos humanos, desde Ben Hur hasta Tomates verdes fritos. Al realizar un listado imaginario de cine y amistad, en todos los casos Morgan Freeman será el colega dispuesto a morir, si es necesario, para salvar a un amigo. O al guión. Sueños de fuga o Antes de partir así lo atestiguan. 

Lejos del interés o las relaciones subsidiarias, que nos hacen dudar de la pureza en la relación -como queda latente en Batman y Robin u otras relaciones entre lascivos superhéroes-, Europa también ha dado grandes obras amistosas. Debemos destacar, seguro, Adiós a los niños de Louis Malle. En una suerte de bucle intra cinematográfico, es imposible no mencionar a Cinema Paradiso donde Toto y Alfredo representan todo lo que está bien, bajo las instrucciones de Giuseppe Tornatore y los acordes de Morricone. Los europeos son amigos diferentes.

A esta altura de la nota el lector ya se habrá molestado porque aún no hemos dicho nada de La Sociedad de los poetas muertos, mientras que sus hijos o nietos, celular en mano, exigiran la mención de Strangers Things.

En un ejercicio de generosidad deberíamos contarles de E.T., ese amigo del espacio que nos presentó Steven Spielberg en la sección clásicos, justo al lado de Forrest Gump que cultivó la amistad náutica con el teniente Dan o Bubba.


Excesos

El cine, la amistad y la fantasía, nos permitirían buscar una salvación para nuestros doctores Bracho y Febbraro, abandonados a mediados de esta nota en caída libre. Si la realización fuera de Miyazaki, los ojos de ambos facultativos se rasgarían cuando Ashitaka y San, protagonistas de La princesa Mononoke, les rescaten cabalgando sus seres mágicos. 

Para celebrar la vida ante lo que era una muerte segura, habría una celebración a lo grande, con algún exceso -porque la amistad guarda los excesos en el relicario-, pero sin llegar al límite que Bracho sufra los desarreglos de Spud en Trainspotting.-


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