El amigo que bebe lágrimas

(Publicado Por La Voz del Interior, Jueves 20 de Mayo de 2021)

Este próximo 22 de Mayo recordamos los 80 años de Daniel Salzano. 


Daniel sigue entre nosotros. Aún escuchamos su voz emanando pausadamente desde el dedo índice derecho en alto -indicando que es algo importante-. Pareciera que camina por la Buenos Aires y se diluye en el humo de un colectivo. No es un fantasma, es el centinela de la Ciudad, el espadachín mayor. Es el poeta etéreo que tantas veces nos consoló. 

Me gustaría detener su marcha, que lea esta columna y me rete. 

Que al día siguiente la llene de correcciones con su letra inconfundible. 

Pero no va a pasar. 

Por estos días sería fantástico ir a otra fiesta de cumpleaños en su terraza de calle Derqui. Pero ahora es todo espíritu y palabras peatonales. Igual que su casa que ya no es casa. 

En un universo paralelo esa fiesta tendría música que sonaría para los bailarines, la nieve sería azúcar impalpable, y seguramente una persona con alguna copa de más -inclusive el autor de esta columna- resultaría bendecido con unas horas dormidas en el sillón del living, bajo la protección de una hermosa obra de Cachoito de Lorenzi.

Es que De Lorenzi y Salzano estaban unidos en la celebración y en la impresión: hacían dupla en el momento central del sábado, así como en muchos de sus libros. Salzano también hacía dupla con Nueva Córdoba, con bar, o con la Chacabuco. Y con La Voz del Interior cuyo vínculo era aún más intenso: le gustaba decir “nunca escribí en otra parte que no fuera La Voz. Creí que era una hazaña, pero ahora me doy cuenta que es un honor”. 


Su fruto llegaba al diario después de ser aporreado. Pude observar que tipeaba como un boxeador furioso las columnas Quiénes y Cuándo en una Olivetti Lettera 35 horas enteras, días enteros, para delicia del sábado. Pude oír como me dictaba palabras cercanas cuando se había quebrado un brazo, y como las incrustaba refunfuñando en el teclado de una Pentium 4. 

Observar a Salzano escribir era una experiencia intensa: gritaba, bailaba, y puteaba. Zapateaba y -en algún momento dado- podía leerte su material como un padre habla de su hijo. O lanzarle por la ventana.

Gran parte de su genialidad residía en sus  manos calientes, mitad boxeador, mitad gurú.

Era hijo de ferroviario y costurera. Oriundo de Barrio Pueyrredón, saludaba a Roberto Pez -otro cinéfilo del lejano este- con frases sin adjetivos porque juraba “escribir es tachar”. Había sido inmigrante en España y al regresar, el hombre que era todo literatura atravesaba la city con una indumentaria que dejaba boquiabiertos a los pralineros. “Ahí pasa Salzano” decían y él, con el paso obstinado de ambos turquesas, o verdes, avanzaba persiguiendo a una persona que fumaba en pipa, aspirando las migajas de aromas humientos.


Vivió muchos años en España con su amada Cristina porque quería que su hijo León creciera en libertad. Así de generoso era el hombre con teclas en lugar de huellas digitales: dejó su sistema circulatorio, la ciudad de la calle Charcas, para salvar el futuro y, al mismo tiempo corroborar que el Bernabeu es una mala copia de la Boutique.

Jamás dejó de pensar en cordobés y por eso el Centro Cultural Córdoba le homenajea con su auditorio, y el Sorocabana le sirve un cortadito al revés cada hora. 

Quienes están en deuda son las autoridades universitarias que podrían reconocer al poeta para-académico como el exfumador más melancólico del tabaco. O el bebedor de bourbon que no bebía, más exitoso de La Docta. Otro premio que le debe la ciencia es “diabético con las mejores cejas del planeta”, o “cardíaco que más poleras usó en el siglo XXI”. 

Una ironía para un gran cultor del sentido del humor es que le hayan sobrevivido sólo fotos con cara de perro. Paradigmáticamente me animo a decir que su círculo cercano puede reconocerle, entre muchas locuras exquisitas que le caracterizaban, un humor imbatible como la defensa de Juan Cruz Komar.


Salzano fue un gran poeta y sobre todo fue el mejor amigo de la ciudad. Un amigo solitario y optimista que te hacía reír con los lentes oscuros puestos. Que marcaba la mina más linda de la sala y, años después te invitaba una caminata cuando ella te dejaba. Un amigo que te prestaba guita, te peleaba y te mandaba un libro como señal de paz. Un guaso que te iba a visitar a otro continente, te recomendaba un anillo de casamiento y, cuando tu papá ya no estaba, te llamaba para decirte que él estaba ahí. Acá. 

Un amigo como Salzano es la clase de persona que, si lo velan no se muere, sigue saliendo en el diario porque la imprenta de La Voz no lo puede soltar así nomás. 

Un amigo que espera tomar un último café con vos. Que bebe las lágrimas de la ciudad.-


Quién fue Daniel Nelson Salzano


Córdoba 22 de Mayo de 1941 - 24 de diciembre de 2014.

Poeta, divulgador y gestor cultural. Publicó en La Voz del Interior desde 1968 y hasta después de su último día. Su trascendencia va más allá de la literatura y está ligada a las canciones de Jairo y la divulgación de cine. Editó los siguientes libros: oh beibi!! (1968); Versos que escribí para que tocara Jelly (1974); El libro de Amador (1981); Flor de pasión (1983); No puedo dejar de Quererte (1991); El Alma que Canta (1993); Los días contados (1996); El espadachín mayor de la ciudad (1999); El muchacho que no sabía llegar al fondo de las cosas (2003); Llévame volando a la luna (2005); Cincuenta de los grandes (2008); Biblioteca Daniel Salzano: Daniel Salzano y el deporte /… y Córdoba / …y el arte / …y el mundo (2013). Es autor del CD Córdoba dicha (1995) y las obras teatrales Revolver (1993), Dale mis saludos a Córdoba (1998), y Fahrenheit 451 (con ediciones entre 2000 y 2010).

Fue reconocido por la distinción Jerónimo Luis de Cabrera, la Asociación Argentina de Críticos de Arte, Ciudadano Ilustre, e impuesto con la orden de Isabel La Católica de SM El Rey de España. Fundó el cine Sombras, el cine El Ángel Azul (dos veces), el Centro Cultural España. Córdoba, y el Cineclub Municipal Hugo del Carril que dirigió hasta el momento de su inmortalidad.-


Comentarios

Unknown ha dicho que…
Que buen texto Pancho. Un gran placer leerlo.
alicia ha dicho que…
Un valorado enfoque del escritor