Un guasón tremendo

Anoche vimos el Guasón de Todd Phillips, o mejor dicho de Joaquín Phoenix.
Densa como el disco nuevo de Nick Cave, Guasón es una balada corporal sucia, de escala personal y trasfondo urbano, que calza en la definición más ajustada de la palabra tremendo.
Francamente algo distinto a lo esperado.
Lejos de las parafernarias de los supervillanos que conducen autos modificados y usan ropa de lentejuelas, este Guasón se sumerge en el espeso trauma de los marginados. Con una actuación soberbia, dramática, vívida y asfixiante, la película abandona la dimensión planetaria y sobrenatural de los villanos noventosos para situarse ahí, en pleno drama humano.
Sin ese cotillón visual -que tanto nos gusta- la vida y la muerte se separan por un disparo traumático y doloroso como ese último hálito que asciende, semitransparente, al contraste de la luz en una ventana.
Esta película es una danza macabra, amargada y espeluznante sobre la imposibilidad de pertenecer, el desplazamiento hacia los márgenes, y su viralidad política.
Tal vez su mayor virtud no se alcanza a ver y es la operación que nos convulsiona, como una carcajada no deseada, debido a la angustiante posibilidad que nuestro joker interior se apodere del control esta misma noche.-

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