Stranger Things ha sido "la serie" de estos últimos años y las razones de ese éxito son tan misteriosas como el propio guión. El lanzamiento de esta quinta temporada la puso en el centro de todas las pantallas: acumula más de 1.200 millones de visualizaciones -es la serie más vista de Netflix- y esta nueva temporada debutó con 60 millones de vistas en sus primeros días. Según Nielsen, registró 8.460 millones de minutos vistos en una sola semana. Un número que marea tanto como el Upside Down.
Las series son el presente
Evidentemente las series no son "el futuro del cine" sino el presente del consumo audiovisual. Y en este caso podemos explorar esos ingredientes alquímicos, causas del éxito global. Este thriller psicológico nos tiene pegados como los niños abducidos por Vecna porque lo paranormal siempre ha resultado atractivo, especialmente si enfrentan una adolescente y sus amigos. Además, la resistencia al autoritarismo -un problema que desde E.T. a esta parte forma parte necesaria de estos relatos- es sostenida por Hopper, un héroe frágil, sufrido y profundamente humano. Los psicólogos explican que nuestra mente espectadora adora "identificar, procesar y reaccionar rápidamente ante el peligro, incluso si este se presenta en contextos ficticios". Somos cazadores virtuales buscando monstruos desde el sillón.
La retromanía como caricia nostálgica
Pero además del terror, Stranger Things ha provocado devoción como hacía mucho que una serie no obtenía por otros factores menos lineales y poco habituales.
La retromanía es uno de ellos, con la evocación de los 80s: sus cassettes, peinados y colores pastel. Sumando, claro, la sensual caricia sonora de una selección musical extraordinaria -desde Kate Bush hasta Metallica-, los coches, y toda la estética de ese tiempo en el que fuimos felices. Inclusive para los niños actuales han sido secuestrados por muchos recursos de ese pretérito perfecto.
La amistad en el centro del relato
Otro elemento distintivo es la amistad, ubicada en el centro del relato, un gran elemento para el mundo audiovisual. Lo pueden atestiguar decenas de películas, desde Ben Hur, Tomates verdes fritos, hasta Thelma y Louise, que protagonizan el escaparate cinematográfico, mientras que Friends lo hace en el campo de las series. La amistad adolescente es aún más atractiva (Sex Education es un ejemplo reciente de esa potencia) que podríamos rebobinar infinitamente hasta El Chavo del Ocho.
El walkman en el placard
Stranger Things no es solo entretenimiento: es una máquina del tiempo impulsada por la nostalgia, el miedo y la certeza de que algunos amigos -como algunos monstruos- nunca desaparecen del todo.
Como ese walkman Sony guardado en el fondo del placard que recitaba compilados de heavy metal en cassettes TDK, Stranger Things nos conecta con versiones anteriores de nosotros mismos. Esas versiones que todavía creían que la amistad era para siempre y que los monstruos solo existían en las películas.
Mike, Lucas, Dustin y Will -junto a Eleven y Max- construyen un grupo que enfrenta monstruos, pero sobre todo enfrenta el miedo a perderse entre ellos. Y ese temor resulta más aterrador que cualquier Demogorgon. El miedo a perder un amigo de los ochenta a manos de un monstruo del espacio exterior sin dudas es tan aterrador como posible.-

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