(Publicado por Hoy Día Córdoba en El Transeúnte insomne 19/8/25)
Llamás y no atiende. Claro, aceptar una llamada espontánea -así como así- ahora es inusual.
Las razones se pierden en una generación que subvalora la conectividad, nuevos modales comunicativos, e inclusive que lo último que hacemos con ese aparato, es hablar.
Problemas de conexión
Las personas que nacieron a partir de 1990 integran una generación conectada desde que tuvieron consciencia. Inicialmente, esa conexión estuvo dada por unos artefactos grises, operados mediante un disco y gobernados por el dedo índice que, desde un agujerito numerado, decidía con quien conectar. Hoy son una especie extinta, primero reemplazados por aquellos inalámbricos blancos con antena telescópica que siempre rompías de toquetón y, poco después, por los celulares que dominaron primero la telefonía, y después la vida.
Pero quienes nacimos antes, dependiendo de donde vivíamos, padecimos problemas de conexión -como le pasa ahora al wifi- porque zonas enteras de la ciudad, la provincia, y el país, no tenían disponibilidad de líneas. Por eso atendemos siempre.
¿Puedo hablar con su hija?
Me encandila el recuerdo nítido del día que instalaron el teléfono fijo en mi casa. Vivíamos en Argüello con toda la familia, era 1990, y luego de un número inabarcable de cuotas hilvanadas en el Plan Megatel, una mañana llegó un ser mítico con overol y casco. Unió nuestra casa con el mundo mediante una línea anclada en el ambiente más cercano a la calle e inmediatamente pasó a ser la habitación del teléfono. Perforó una ventana a su elección -que nadie cuestionó- y en una mesita que llevaba semanas esperando su destino, depositó una criatura maravillosa adornada con un hermoso cable ensortijado. Hubo que esperar una segunda visita para que “tuviera tono”, como si hubiera aprendido a hablar.
Ese día, con sumo cuidado, levantamos el auricular para llamar a mi abuela y alguien lloró. En mi fuero íntimo sentí que me sumaba a la camada de afortunados amigos que desde la comodidad de su hogar llamaban a una chica (siempre y cuando hubieran anotado su número en un papelito) para enfrentar esa misteriosa coincidencia que, en infinita cantidad de ocasiones, haría atender al padre .
Con el teléfono andando, como garantía de pertenencia, se hizo entrega de una guía donde figuraban -en letra muy pequeña- todas las familias prolijamente dispuestas en orden alfabético. A ese librazo lo llevé bajo el brazo hasta el almacén, esa misma tarde, para que todos se enteren que había un nuevo pibe con teléfono en la cuadra.
Se llamó a los amigos, a personas cercanas y otras que no conocías pero tenían apellidos graciosos como el pobre señor Paredes, don Armando Paredes, hasta la represiva aparición de un mini-candado estacionado en el “1” del disco. De todas maneras un adolescente con teléfono disponía de doble chance para conseguir novia, pero el padre -continuando la coincidencia misteriosa- se enfrentaba a la mitad de posibilidad de descansar tranquilo en horarios prohibidos como la siesta, o la cena. Ring! Ring!
Historial de llamadas
En nuestro país se instaló el teléfono número 1 el martes 4 de enero de 1881. A esa tarea la hizo el técnico Víctor Andén en la casa de Bernardo de Irigoyen, Ministro de Relaciones Exteriores. La paz y la guerra llegaban hasta su casa de calle Florida, hasta que apareció el número 2 instalado en la casa del presidente Roca.
El año 1882 empezó con 20 líneas en todo el país y, entre disputas públicas y privadas del servicio, la red creció hasta el récord de 9 millones de líneas en 2005.
Llevamos décadas de un marcado declive en la telefonía fija con rumbo, también fijo, a la desaparición. Los aparatos celulares, por su parte, sonaron en Argentina desde 1989 cuando María Julia Alsogaray hizo la primera llamada nacional y atendió el presidente Menem.
Esos aparatos se multiplicaron hasta este año cuando se contabilizaron 65 millones de líneas móviles, ciertamente más que todos los argentinos, debido a que algunas personas utilizan dos chips.
Por favor deje un mensaje
Dirás que hablaste con él, pero en realidad no hablaste. En todo caso hubo algunos audios, un texto, o una triste carita feliz. Actualmente existe una tendencia, especialmente entre los jóvenes, a no recibir llamadas. Por el contrario prefieren mensajes, al mismo tiempo que destinan la mayor parte del tiempo en pantalla a otros asuntos como redes sociales, reproducción de material recreativo y, en marcado crecimiento, estudiar o trabajar.
Las variadas razones de esta nueva timidez establecen una preferencia para la comunicación escrita y símbolos con una compleja escala de matices. Con la ansiedad o incomodidad fuera de conversación, surge un nuevo sistema vincular que constituye un cambio cultural para toda la humanidad proponiendo conexiones emocionales absolutamente diferentes a las generaciones anteriores. Como conclusión, aunque hay una mayor atención hacia el aparato, la desatención a las personas de verdad es un silencio abrumador.
Los cálidos colores de una voz querida se diluyen.
Durante años, la primera llamada estaba presidida por un “Hola papá” y después el día iba mejor. Hace un tiempo que ya no atiende, al menos desde este plano terrenal, pero sí mi hermano Andrés quien indefectiblemente dirá “Hola gordo”. Con su voz revertirá el tiempo, los celulares, e internet, hasta volver a nuestra casa, cuando éramos felices con un número anotado en el bolsillo y una guía bajo el brazo.-
Comentarios
Cuando vivia en CRUZ DEL EJE, pocos tenían teléfono.
Luego cuando me fui a Córdoba
Demoraron 2 años en instalarlo
Manteníamos super activa la memoria para recordar los números
Y además al escuchar la voz sabíamos coomo estaba animicamente nuestroi nterlocutor
Hermosos recuerdos!!!