Chicocracia / Nuevos gobiernos del tiempo

(Publicado por el matutino Hoy Día Córdoba el Lunes 11 de Enero de 2021)

En la mañana de la vida la monarquía de los deseos se imponía en nuestros juegos y gobernábamos con fantasía desde el patio hasta la pelopincho. Condujimos ejércitos de soldaditos en cotidianas invasiones vespertinas cada tarde, después de la leche, y hasta la hora del baño. Lo hacíamos en veredas propias, o del vecino, con toda la autoridad que nos permitían los traslados en autitos buby, secundados por toscos pero indestructibles duravit y codiciados majorette (que debían volver a casa sí o sí). Cada jornada nos encontraba con la potencia ascendente de los dirigentes recién electos, aunque dicho poder no se extendía más allá de nuestra propia diversión ya que en la familia fuimos actores de reparto a la hora de decidir.

El cambio de siglo trajo un tiempo compasivo para los niños: con los bolsillos llenos de figuritas, aquellos niños de rodillas sucias hoy son padres que negocian el co-gobierno de su tiempo libre con sus hijos.

La perspectiva que aporta la historia nos muestra que muchas cosas no salieron como hubiéramos querido, pero si hay algo que hicimos bien es construir espacios donde los chicos también mandan: vacaciones, salidas, festivales, exposiciones, películas, restoranes y cada vez más proyectos de entretenimiento y cultura están pensados para hijas e hijos. Y no se trata de guarderías, ponerles la tablet o prestarles el teléfono, sino del disfrute conjunto. Acá van algunos apuntes de esta nueva democracia parlamentaria entre hijos y padres.

Cualquier parecido con la realidad es pura memoria

Podríamos fundamentar el creciente protagonismo infantil en las actividades culturales desde dos perspectivas. Por un lado está la infancia como fuerza constructora de mundos creativos (ya lo dijo Jorge Bonino “no me interesa hablar con nadie que tenga más de 9 años”) y por el otro nuevos paradigmas familiares y sociales que condicionan el tiempo. 

En el primero de los argumentos encontramos el vínculo entre el juego y la creación que diversos autores (Richter, Hoffmann, Winnicott) identificaron como el mecanismo psicológico para apartarse de la realidad y desplegar la ficción, base elemental de la producción artística.

Habitar un castillo es un juego. El Castillo se vuelve de cristal, y se hace música en las letras de Sui Generis, una muralla que divide el tiempo, un extraño con pelo largo, una bestia pop, una mañana campestre, o un anillo mágico para un Capitán Beto, son ideas diseñadas en la niñez y cantadas por una nación. 

Pero además del mérito infantil están las coyunturas propias de esta época hiperproductiva: la ampliación de la jornada laboral, la penetración de responsabilidades a través del teléfono, la superposición de tareas, el pluriempleo, la aceleración vertiginosa de reclamos profesionales… o el estrés desde la corbata y hasta la irritación del colon nos obligan a comprender que los tiempos de descanso, recreación y compartir son necesariamente coincidentes.

Sin las vacaciones de un mes que gozó la generación anterior, vamos a danzar la ridiculez con los ojos cerrados y la manito de nuestra hija en la misma frecuencia cardíaca. 

Además de darle alegría al corazón sentiremos como se transforma el aire. Esa transformación que propuso Fito Paez no es ajena a las organizaciones que se encuentran obligadas -insistimos- no en tolerar niños sino en volverles protagonistas.  

Un comienzo monstruoso

Aunque es difícil trazar una línea histórica, parece ser que con la película Monsters de 2001 (ojo que no nos referimos a la maravillosa Monster de Charlize Theron) hay un quiebre hacia la chicocracia puesto que la historia de Sulley y Mike es uno de los grandes productos para grandes y chicos. Paradigmáticamente su argumento propone que los niños son tóxicos, y tal vez desde esa tensión consiguió interpelar a los habitantes de la butaca en diferentes frecuencias de humor, pertenezcan a una generación u otra. El resultado son cifras récord de facturación. 

Lejos de ser tóxicos, los chicos son decisores cada vez más significativos en la elección de grandes buques de facturación como los films de Marvel -donde los padres e hijos deseamos con igual ansiedad los estrenos y ubicaciones en las extrañadas salas de cine-. O la toma de servicios como la grilla de Disney Plus. 

Ciertamente, esta app de transmisión on demand, se lanzó hace poco más de un año en USA (12/11/19) y no casualmente incluye el material de Marvel, Pixar, Lucasfilm, y varias galaxias del Universo Simpson. 

Tanto nos interesa Disney que se ha vuelto una de las empresas más grandes del mundo, cautivando año a año a madres, padres y abuelos con productos casi perfectos como la reciente The Mandalorian. Walt, por cierto la persona que más oscars recibió, estará orgulloso en su helada y fantasiosa muerte. 

La curiosidad de los niños salió volando hacia el cielo propulsada por su belleza y al condensarse llovió en forma de ideas que los productores del mundo del espectáculo bebieron y convirtieron en nuevos formatos y propuestas. Ya no hablamos sólo de películas sino que otras prácticas culturales como los festivales de rock -antes baluartes de masculinidad perimida y agresividad primitiva- hoy son ámbitos para familias con niñas y niños, no sólo seguros sino que resultan atractivos para un amplio espectro de edades y niveles de lectura. 

En materia de estéticas también hay un coqueteo con lo lúdico y juguetón, así como un componente aniñado que está muy latente en perfiles de redes sociales con contenido no necesariamente apto para chicos. Perfiles locales muy seguidos como @noesdevegana son un ejemplo de este fenómeno.

A nivel global, la ilustración es el nuevo desarrollo tecnológico de los tremendos autos Hummer. La empresa ha puesto en manos de Epic Games -la empresa desarrolladora de videojuegos- el nuevo software de su apuesta más elevada: la versión eléctrica. Toda una señal de que los niños también conducen, no sólo el tiempo recreativo, sino que las interfases hacia la realidad.

La ternura, la sorpresa, y la excitación son formas sublimes de comportamiento que sembramos en nuestro sistema emocional. Su germinación y crecimiento se puede cultivar (no casualmente base etimológica de toda la familia cultura) entre distintas generaciones, como escribió Nietcsche "La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con que jugaba cuando era niño".-

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Muy interesante análisis de la realidad cultural en la actualidad.