No todos los ladrones Van al Infierno

(Para Notify)

De los muchos integrantes de la industria del arte, hay toda una actividad que suele menospreciarse. Y es la de estafador, muchas veces entremezclada con sus socios naturales, los falsificadores. ¿Qué sería de la historia de la pintura, de los museos, y del coleccionismo sin el excitante aporte de los ladrones de obras? De todos los referentes del arte del delito, o mejor dicho del delito aplicado al arte, el más famoso es -casualmente- un argentino: Eduardo Valfierno. Su celebridad le llega asociada al robo, ni más ni menos, que de La Gioconda.

Sin embargo. su enorme mérito creativo es aún mayor, y les vamos a contar por qué: nuestro protagonista de hoy convenció al señor Peruggia, un carpintero italiano que trabajaba en el Louvre, de sacar la obra y entregársela con la promesa de pagar una suma importante, pero sobre todo de repatriarla a Italia, tierra natal de Leonardo Da Vinci. Cosa que, por cierto, no hizo.
Lo genial del caso no fue el robo, sino que previamente había mandado a realizar 6 copias falsas. Valfierno vendió, prolijamente, esta media docena de Giocondas a diferentes coleccionistas inescrupulosos, con la noticia del robo circulando. Claro, todos pensaron que tenían el original robado, pero lo genial del caso fue que, colocadas las copias falsas, jamás retiró la verdadera Mona Lisa de manos del carpintero italiano.
De hecho, Valfierno, el argentino estafador, murió rico, habiendo legado el relato de su estafa a un periodista para que se publicara después de su muerte, sin haber tocado la obra robada. ¡Y lo contó! Casi, un último chiste.
Vicenzo Peruggia, por su parte, escondió la obra 2 años y, tratando de cumplir su deseo de repatriación, fue apresado en Florencia intentando venderla.
Un dato más sobre esta historia: Martín Caparrós ganó el Premio Planeta en 2004 contando El enigma Valfierno.

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