Una Feria de arte Clase C

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Si Argentina siempre tuvo su Feria “A”, de ArteBA, ahora deberá acostumbrarse a una C, de Cuarteto, o de Córdoba. Resulta que históricamente, por su centralidad porteña, a nuestra nación se la ha considerado macrocefálica. El mundo del arte no le ha sido esquivo a esa definición y, mientras ARTEBA hilvana 25 ediciones -es que, convengamos, Buenos Aires queda en Europa a todos los efectos- no se habían podido reunir varias ediciones consecutivas de otra feria de arte. 


Sin embargo Córdoba -siempre díscola- acaba de completar la cuarta edición consecutiva de su Feria de Arte Contemporáneo. No es un dato menor que el nuevo gobierno nacional haya dejado de lado el perfil propagandístico de su anterior Ministerio de Cultura para apostar contundentemente a la iniciativa que nació y se sostiene la Municipalidad de Córdoba, cuyo alcalde, Ramón Mestre, apostó siempre por la creatividad. Pero más allá de las burocracias, el Mercado del Arte cordobés han conseguido subsistir de la mano de compromisos personales, empezando por su curador en jefe, el artista Gustavo Piñero, o el coleccionista José Lorenzo. 

Este año se batieron todos los récords de venta (casi $4M) , duplicando el monto total de la edición anterior, con más de 440 obras vendidas. Vale resaltar la popularidad y coste accesible de los trabajos, con un promedio menor a los $1m .


Aunque las galerías porteñas presentes hicieron una venta valiosa y prometen volver por más en 2017, las locales Sasha, El Gran Vidrio y The White Lodge -junto al clásico Víctor Marchiaro (de nulo parentesco con quien suscribe)- redondearon ventas significativas e impusieron algunas figuras como la de Javier Bellomo, probablemente el autor estrella de esta Feria, con más de 10 trabajos embalados para llevar. 

Con un formato inusual, céntrica y de acceso gratuito, este proyecto democratizante trajo mucho arte off al centro del debate, sacudió la prensa nacional, mientras que extendió sus vínculos con redes de otros países limítrofes, el Fondo Nacional de las Artes, y Universidades referenciales del país, así como repercusiones en los principales espacios, por caso 220CC y el proyecto de Flores/Urtubey. 

Además de programas como “auditorio”, “zona limítrofe”, o “zona editada” el proyecto agrupó sus iniciativas comerciales en la zona “Carlos Crespo”, mientras que aquello más outsider se pudo visitar en la “Bonino”.

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