Santa Claus y su globalización

(Publicada originalmente por el Suplemento dominical Temas, de La Voz del Interior, el 19/12/2010)

El Niñito Dios está prácticamente jubilado a pesar de su temprana edad. Cumplirá, supuestamente, 2011 años. Papá Noel (también aparenta menos de sus 1700 años) es la americanización de la navidad. Su fama se extiende con las imposiciones a las que nos somete la globalización y la culturización desde el norte hacía el sur.

Escenas de la vida navideña

Vitel toné. Sidra. Melón con jamón. El mantel para las ocasiones especiales. Todo el mundo con el pelo limpio y mamá sacándole una manchita de asado a la camisa nueva de papá. Papá, por consiguiente, cortando las morchillas en cuero, su mejor indumentaria para el calor del 24 de diciembre. El niño que llora con la mano quemada en alto y es socorrido por la última tía soltera del clan somos todos nosotros, hace años, cuando esta ceremonia gastronómica de unidad y diversidad familiar era presidida por un Niñito Dios que plácidamente descansaba sobre el aparador, en su pesebre, rodeado por los reyes magos, algunos animales del establo y seres infiltrados desde otros imaginarios como un soldadito de goma, una cebra, y un robot que en la mística de alguna familia se solidarizaban con la causa de noche buena.

La última en sentarse debía ser la abuela, que antes nos había mandado en fila, con raya al costado y bermudas nuevas, a la misa más obligatoria del mundo: aquella que garantizaba la recepción de los regalos. Toda la decoración navideña tenía camellos, piedras y un cierto aire desértico-israelí. La batalla entre el pequeño Jesús recién nacido (en rigor, una tradición de los franciscanos) y Papá Noel, alias Santa Claus, alias San Nicolás, alias San Nikolaus aun no había terminado con la casi extinción del primero y la expansión consumista del segundo.

La Globalización explicada por Papá Noél

Aunque la pirotécnica banda sonora tiene la misma base, y los gritos alegres de un tío beodo se siguen enarbolando en la cuadra mientras se acercan las doce, los villancicos suenan cada vez más industrializados y sólo mi mamá le pone pbirutas al último -y bastante cachado- Niñito del hemisferio sur. Santa se impulso, y su historia atraviesa siglos marcando la estela de la globalización, de la transculturización. Esa reescritura permanente del ícono religioso-cultural nos indica como dejamos de creer en lo místico para pasar a creer en el poder de la publicidad. Nos indica, también, que dejamos de proyectar nuestros deseos y encuentros para transformarnos en espectadores de consignas mundiales decoradas con nieve artificial, pinos nórdicos y renos.

Santa anualmente despega, no desde aeroparque que tiene problemas graves de tráfico aéreo, sino del Polo Norte que es un lugar ubicado bastante más atrás del Uritorco. Este es su pasado desconocido.

Desenmascarando a Papá Noel

Papá Noel nació de verdad en un tiempo impreciso de siglo tres en Turquía. Hijo de padres adinerados y católicos (ambos adjetivos excepciones en aquel entonces), se destacó desde pequeño por su generosidad. Los progenitores murieron jóvenes, entonces Nicolacito entregó gran parte de su fortuna familiar y tomó los hábitos para dedicarse a una religión minoritaria y perseguida, el catolicismo. Antes de llegar a ser obispo fue apresado y cuando estaba a punto de ser ejecutado fue rescatado por Constantino, el primer emperador católico. Al pobre le había quemado la barba, tal vez por eso -y en un gesto de justicia histórica- las idealizaciones posteriores le ampliaron, alisaron y embellecieron su envidiable y sedosa barba blanca.

Entre sus milagros más reconocidos escribe la versión oficial del santoral comentado que en medio de la fría noche, una paupérrima familia compuesta por un padre enfermo y tres famélicas hijas solteras secaban sus medias al calor de la chimenea. Repentinamente vieron caer cincuenta monedas que ingresaron certeramente a la media de una de las hijas, salvándolos de los desastres y el horror del hambre. La noche siguiente, para sorpresa de todos, se repitió el milagro, pero con la media (afortunadamente no agujereada) de otra de las hijas. La tercera noche, ya atentos, recibieron el milagro e inmediatamente salieron de la casa observando como una figura huía para conservar anónima su bondad e ingresaba en la mansión del Obispo Nikolaus. Además de la generosidad, Nikolaus resucitó a varios niños y su especialidad fueron los salvatajes de marineros. Su muerte (346 DC) no fue impedimento para seguir con la actividad milagrosa deciseis siglos más, hasta la segunda guerra mundial, cuando siguió rescatando niños en su ciudad natal. Su poder sobrenatural le transformó en uno de los santos más populares de la antigüedad. Fue canonizado velozmente considerando lo que demanda ese procedimiento, el único más tedioso que el trámite para sacar el pasaporte en la policía federal de calle Derqui. Su cuerpo descansaba originalmente es su ciudad natal de Myra, pero durante las invasiones mahometanas se le traslado en 1807 a Bari, Italia. Actualmente hay un desdoblamiento entre San Nicolás de Myra y San Nicolás de Bari, y entre los que suman más de dos mil templos.

Como falleció una triste noche del 5 de Diciembre, el carácter bonachón, generoso y la predilección por los niños de este Santo impuso la costumbre de hacer regalos a los pequeños cada año como un homenaje.

Esta celebración cobró más fuerza y notoriedad en Bélgica y Holanda como la fiesta de Sinterklaas, donde sigue vigente. Entonces, los pobres del pueblo dejaban sus zapatos en la iglesia el 5, para que esa noche los más pudientes les dejaran dinero y el 6 a la mañana reinara la alegría. Cómo llegaron estos países, desde ahí, a los altos índices de presión fiscal y sus políticas de distribución social, es un verdadero misterio navideño. Lo cierto es que Sinterklaass llegó por años a estas geografías en un barco de vapor proveniente de España, con quien entonces sería su ayudante, Pedrito el Negro.

Un santa transoceánico

Los holandeses se hicieron a la mar son sus bártulos y creencias en el siglo XVII y fundaron una ciudad que se llamaría Nueva Ámsterdam y, desde el primer Diciembre que pasaron en América, celebraron el día de Sinterklaas. Con el tiempo Nueva Ámsterdam pasó a ser Nueva York, y Sinterklaas pasó a ser Santa Claus.


Desde la gran manzana hacia el mundo

El siglo XIX trajo una popularización de Santa Claus en New York City, quien primero perdió a su ayudante negro (aparentemente las mejoras salariales que otorgó CFK obligaron a la patronal a elegir renos, acordes con la fauna norteamericana). Comenzaba el período estelar de Rudolf. Santa, por su parte, perdía la silueta y su aspecto delgado para, de la mano de la Harper´s weekly y el diseñador Thomás Nast, transformarse en un sujeto similar a los obispos de ese siglo: gordo y vestido de armiño. El rojo marlboro, color navideño hasta el hartazgo, aparece entonces de forma intermitente para legitimarse con el libro “The Life and Adventures of Santa Claus” de Lyman Frank Baum. Este autor no obtuvo mucho éxito con el libro y decidió escribir otro volumen de su saga más famosa: El mago de Oz. Sin embargo el estereotipo, la caricaturización, ya estaba implantada.

Hasta comienzos del SXX Santa Claus era uno de los tantos héroes, santos, o deidades que repartían regalos a los niños. De hecho competía con Befana (el hada italiana que distribuye chocolates en la epifanía del 6 de Enero); el caga tió o tió de Nadal (una escatológica tradición catalana con un tronco que regala turrones y golosinas); los Reyes Magos (supuestamente representantes de religiones paganas que rinden homenaje al nacimiento de Jesús, también el día de la epifanía) y tantos otros que podrían ser parientes remotos de las celebraciones romanas en torno a la figura de Saturno, precursor en la distribución de regalos de grandes a chicos, y actualmente investigado por la justicia debido a que tendría acciones en empresas jugueteras.


Santa a través de las industrias culturales

Los medios de comunicación inician su reinado y Santa viaja por ellos a bordo de su trineo hacia todo el mundo. En Francia el nuevo Santa Claus se populariza aceleradamente y se le afrancesa el nombre usando Noël (designación francesa de natal, nacido en el natalicio). Una vez europeizado Noel, España le castellaniza directamente. Nuevamente montado en las dinámicas culturales y comunicacionales, gran parte de Iberoamérica le conoce por Papá Noel. Ya no viene sólo, trae un pino nevado, una coca-cola, y una gran parafernalia invernal difícil de soportar cuando, disfrazados, levemente borrachos y muy jojocosos saltamos la tapia sudados como Nalbandián en el ultimo set, e intentamos sostener una costumbre que parece milenaria mientras el modesto Niñito Dios, escoltado por sus tres fieles reyes, un soldado y una cebra, recuerda sus tiempos protagónicos apresado en la bolsa de los adornos y juguetes viejos.-

En contra y a favor

Diversos grupos, católico o no, se oponen a la hegemonía de Santa Claus, sobre todo en Austria y Alemania donde tienen cierta entidad legal y gran difusión. Las críticas se basan en la falsa teoría de que la Cola-Coca es su inventora mientras que esta empresa sólo le adoptó bastante crecidito, con sonrisa y traje rojo ya calzado. En todo caso sí le cabe responsabilidad en su desmedida popularidad publicitaria.

En Norteamérica es tan fuerte la energía benefactora que irradia la imagen de Santa que hay toda una producción de películas, canciones, y libros que así lo testimonian. Se podría destacar una excentricidad, el libro Tombuctú (1999) de Paul Auster que relata las aventuras de un ex–drogadicto que en un rapto místico siente el impulso de hacer el bien inspirado en Santa y se lanza a las calles, con su perro Mister Bones a vivir una vida de mendigo ante la atónita mirada de su idische mame.-

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