Córdoba y sus campanas ventrílocuas

(publicado por el Suplemento Temas de La Voz del Interior, 4/7/2010)
Ilustración de Eric Zampieri, también para La Voz del Interior.-

Reflexiones sobre otro aniversario de una ciudad bipolar

El próximo 6 de Julio cumplirá años la Ciudad de Córdoba y pareciera seguir festejando sus quinces. No está claro si la dejan salir de noche, pero todos saben que experimenta una noche clandestina. Con más de cuatro siglos de vida, el maniqueismo de las ciudades opuestas que conviven en Córdoba es su seña particular, lo que hemos de celebrar y una tensión que nunca se esclareció: cuál es la buena y cuál es la mala.

Fue el centenario Juan Filloy -juez, fundador de talleres, y reformista del 18- quien mejor la retrató en su libro Caterva. Ya en 1937 el escritor lanzó las siguientes frases “Toda Córdoba era así: doble faz, doble expresión... rémora y progreso... contrastes, sin nexos en el contrapunto. Incongruencias sin unidad en lo opuesto... Abolengo y sans façon. Doctoralismo y usura. Rezos y cocaína. Ciudad atascada de conventos y clandestinos. Ciudad aplastada por el marasmo burocrático, el olor a santidad del vicio y el tufo de las congregaciones”. Mientras los santafesinos, cuya ciudad fue fundada el mismo año, gozan de cierta cordura urbana, nuestro aniversario se sigue celebrando entre el misterio y el desconocimiento de nuestro otro nosotros.


¿Quiénes somos?

El mayor porcentaje de la población define a Córdoba como una ciudad culta en el sentido docto y académico de la palabra; sin embrago tres cuartas partes de la población consideran que el cuarteto es la definición de su cultura. Nuevamente interrogados sobre el valor estético del cuarteto, la mayoría lo negará mientras que ese circuito representa la industria cultural más importante.

La tasa de estudiantes universitarios y cierta aura digital nos hace pensar que la ciudad está siempre on-line, pero el 45% de nosotros no usamos Internet en el último mes, algo bastante off-line. Las operadoras de celulares dicen tener más líneas que habitantes en el país y la ciudad, pero encuestas del año pasado afirman que 2 de cada 10 entrevistados aun no tienen teléfono móvil. Nuestro Intendente se identifica con el gobierno nacional, la Rectora no está distante del mismo proyecto, pero la letra k ha desaparecido del alfabeto cordobés con una credibilidad menor al 10%.

Las tipas que rodean las fauces de la Cañada aún no pueden limpiar el aliento conservador de la ciudad que lanzó la contrarrevolución de 1810. A pesar de tener las cicatrices de la reforma universitaria, nosotros los combativos del Cordobazo, el Viborazo, y demás azos nacidos de la promiscuidad entre universitarios y obreros fabriles, hoy preferimos tímidamente la democracia como mejor modelo (un escuálido 57%) mientras que a una enorme minoría (21%) le da lo mismo un gobierno democrático que otro autoritario.

Aunque enarbolamos un temprano nivel de educación pública en el sistema municipal, provincial y nacional con calidad y laicisismo, subsiste en las entrañas de nuestra sociedad pequeños pero poderosos intersticios religiosos ultraconservadores. Son violentos, de ribetes mesiánicos provocando sobresaltos y malestar estomacal. Eso sí: aunque una mayoría no es devota de un santo en particular, en el santo-ranking, cada vez le va mejor a San Expedito que destronó a San Cayetano. Y, mientras que un estudio señala al Dean Gregorio Funes como el ícono local, y el catolicismo pareciera ser parte sustancial de nuestro patrimonio tangible e intangible, otra encuesta acusa que sólo el 2% de la población cree que la religión nos une. Según ese dato, estamos unidos por la camiseta de la selección de futbol (44%). El himno, por ejemplo, sólo recoge un 11%. De hecho el anuario 2009 de La Voz del Interior, casi nuestro control clínico anual, comienza con una foto de Palermo celebrando el gol que le hiciera(mos) a Perú en la eliminatorias. En cualquier caso, dice ese estudio estudio que a la mayoría de los cordobeses no le interesa lo que piensa la mayoría.

Epílogo

Se podría pensar que el ser cordobés se rompió en un diluvio o en un incendio general. O que la Universidad -casi tan vieja como la ciudad- nos inoculó esta rebeldía y el status quo antagónico, pero no fue así. Lo científicamente consensuado es considerar que a Jerónimo Luis de Cabrera le corrían por las venas tantas partículas de ADN con furia rockera, como aquella información génetica que propiciaba su debilidad por las señoras con rodete que toman café en la Irigoyen.

Veremos un apocalipsis de mil palomas en llamas sobre el espacio aéreo de la plaza San Martín antes de poder decidir, como cordobeses, si preferimos el penetrante aroma de un porro fertilizado con los efluvios del Suquía y encendido contra la medianera del Abasto, o la constelación de frutas abrillantadas que extraídas de los árboles de un convento, titilan en el interior de un pan dulce de La Europea.


El acuerdo de dos referentes culturales

Rodrigo “El Potro” y Juan Filloy vivían en estas dos ciudades superpuestas. La nocturna, sonora y desenfrenada de uno, y la retraída y textual del otro. Pero estaban de acuerdo en su fisonomía, y cuando ambos estaban vivos (Filloy murió a los 106 años, tres semanas después que Rodrigo) en los pooles de la Colón sonaba esta letra perfecta: Soy de la universidad / Córdoba te quiero tanto / Soy cordobés, me gusta el vino y la joda / Y lo tomo sin soda / porque así pega más, pega más, pega más...


Un ejemplo edificado

Nueva córdoba es otro buen ejemplo de quienes viven dentro nuestro: el barrio propuesto por Miguel Crisol para escapar de los desastres propios de las lluvias y del mundanal ruido de finales del SXIX, que fuera asiento de los ciudadanos pudientes y su arquitectura jerarquizadora durante décadas, hoy es todo lo contrario: un mar de ruidos y edificios de dudosa vejez. Es allí donde el legado urbanístico de varias generaciones está siendo transformado por sus herederos en metros cuadrados de ladrillo visto.


El cordobés prototipo

Hizo la primaria en el Mariano Moreno cuando los vecinos del colegio eran el ulular de los bomberos y sus carros rojos; pasó por el Monserrat como Gene Kelly -o sea cantando bajo una lluvia de suspensiones y deseando chicas que no había-; y estudió derecho en la Nacional. Tiene un árbol genealógico de tíos médicos y abogados y un padre afiliado a Luz y Fuerza. A los 14 años aprendió a prender la bomba de estruendo con un pucho.


Fuentes. Qué piensan los cordobeses, Punto a Punto, 2009; La Identidad de los cordobeses, Dr. Delich, La Voz del Interior, 2010; Caterva, Juan Filloy, El Cuenco de Plata, 1937, red 2006.-


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
...con un pucho o un cachito de espiral... Muy buena la nota Pancho, mis felicitaciones más sinceras por tu sinceridad.
Manolo
Silvia Robles ha dicho que…
De alto vuelo esto sobre Córdoba, Pancho. Me gustaría mucho publicarlo en www.nosotroscordobeses.com.ar, sobre todo la primera parte y el epílogo.
Silvia
Pancho Marchiaro ha dicho que…
Ningún problema Puli, publique no más. Salu2. PM