El perfume del punto sin retorno

-Publicado originalmente en La Voz del Interior, en el suplemento de cultura del 22710/2009-
(Sobre Radicante, de Nicolás Bourriaud)

Este tercer ensayo del autor francés llega a nuestra lengua envuelto en una estela de polémica. Con sus anteriores títulos sobre teoría del arte y la cultura, Estética relacional (de 1998, publicado en AH en 2006), y su posterior Postproducción (AH, 2004) el cocoreo ya había sido unánime. Sin embargo Radicante es su obra más irritante porque se dirige al corazón de la tolerancia y la multiculturalidad con una lectura completamente nueva de esta globalización todavía ambivalente. Como si todo el contenido fuera liviano, y muy a pesar de una generación de teóricos sáuricos que se niegan a cederle el asiento a quienes ya llegaron, en su prólogo se atreve a decir que Radicante, más que un libro, es una presentación de powerpoint. Imaginen a los dinosaurios en la cama.


Preparen, apunten ¡fuego!

Esta presentación powerpoint tiene tres partes: la teoría del pensamiento radicante; los casos prácticos -léase obras visuales recientes que ilustran su propuesta teórica-; y por último una reflexión sobre el desarrollo invasivo y desordenado del modelo en la producción, utilización y consumo de la cultura.

La primera sección contiene los aspectos más jugosos y polémicos del libro. Escrito desde una “post-historia que sólo es el software del post-modernismo”, el autor se lanza hacia un afuera que en su caso son hoteles, pero que se expande hacia todos los inmigrantes (cools o famélicos), en busca de una nueva realidad uniformizante. En ese contexto define los híbridos como culturas más o menos genuinas implantadas en un tronco único para darle un perfume exótico y sintético. Hablando de árboles, también echa por tierra al opuesto, esas estructuras flexibles y tramas no jerárquicas llamadas rizomas. El radicante, entonces, es un creador del SXXI que no es radical porque no tiene raíz que le ancle. Por el contrario es “un precipitado cultural”, e integra una nación de artistas e intelectuales nómades que comparten la identidad transitiva, el hablar políglota y un exclusivo arraigo al errático camino de la mundialización.

En esa postura de “altermodernidad”, y tal vez demasiado embalado, Bourriaud comente el peor pecado cuando ataca el último bastión postmoderno conocido como “la dimensión crítica”. Si algo no se puede criticar, justamente es el carácter crítico, moramente diverso, o militante de gran parte del arte contemporáneo. Borriaud atraviesa el punto sin retorno cuando plantea que la pobreza estética, impuesta con tanto trabajo de críticos y curadores, suele esmerilarse con buenas intenciones discursivas. Mucho más adelante, frente a tiempos de “combustión rápida y abundancia energética” ofrece un análisis borgiano extraído de “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, cuento que tiene un tiempo y un espacio que se pueden recorrer en ambos sentidos. Propone que los creadores son viajeros acarreando pedazos de esas dimensiones, de un sitio a otro, describiendo un itinerario con la misma aleatoriedad del jazmín de jardín, y su perfume, al invadir nuestros días de primavera postmoderna.

Editado en 2009 y publicado por Adriana Hidalgo Editora ($49)

Sobre el autor: Considerado por una parte de la crítica como un renovador de la teoría del arte y la cultura, así como resistido por astuto y oportunista, Nicolás Bourriaud nació en Francia en 1965. Fue director del reconocido Palais de Tokyo, y fundador de la revista Documents sur l´art dicularie. Como curador dirigió la Bienal de Lyon, representó a Francia en la Bienal veneciana de 1990 y actualmente dirige el Tate Britain de Londres.

La hiedra (Hedera helix), ejemplo perfecto de organismo radicante, está definida como una planta trepadora de numerosas raíces adventicias por medio de las cuales se sujeta a piedras, paredes y troncos. De hojas coriáceas y lustrosas y flores agrupadas en umbelas, no es una planta parásita aunque su denso follaje, cuando está orientado al norte, puede ahogar un árbol.-


Comentarios