La estrella distante de Roberto Bolaño

(publicado online por La Voz del Interior el 28/04/2009)

En finales de abril hay que recordar a Roberto Bolaño, nacido un 28 de Abril de 1953. Un escritor que después de muerto alcanzó los estantes más altos de las ventas editoriales, habiendo transitado diversos niveles de trayectoria y popularidad. Un transeúnte de toda América Latina con sus crisis y geografías, con sus grandes líderes,e infames dictadores. ¿Será esa la causa de su reciente popularidad?

La literatura de Roberto Bolaño brilla como una moneda en el fondo de la fuente de una plaza: inalcanzable, con destellos de luz cristalina, y entre renacuajos. Este autor nacido en Chile y de religión mexicano, hoy por hoy, ha llegado a ser –tal vez muy a su pesar- uno de los latinoamericanos más leídos. Una categoría que alcanzó después de su prematura muerte en 2003, cuando se despidió del mundo con el hígado hecho una mierda, muchos más enemigos que amigos y una cuenta corriente propia de un autor de culto, o sea, a nivel de vertedero.

Tres huidas para forjar un escritor

Roberto fue un alumno disléxico que dejó el vecindario trasandino apenas adolescente, para recluirse en la biblioteca pública del DF mejicano. Desde entonces su panza comenzó a arrojar un aliento comunista, y a ese tufillo lo alimentó con fuertes ingestas de revolución cubana. El sabor de su boca solo le llevaría hacia su patria natal, más precisamente hacia la presidencia de Salvador Allende. Hechizado por recuperar esa distancia que lo separaba de la felicidad infante, los lugares reconocidos como propios y la promesa de “un camino chileno hacia el socialismo”, se puso al hombro la mochila, extendió su mano derecha y empezó a hacer dedo con el pulgar señalando el sur, mientras sus ojos contemplaban como se alejaba México. Fue un viaje largo, un derrotero que le aportaría materia prima para sus textos posteriores, y que le retrasó el tiempo necesario para que Chile adobara un monstruo como Pinochet. Nuestro héroe llegó justo a tiempo para ver hacerse trizas sus sueños de izquierdas y aspirar el hedor amargo que conjugaba el cuerpo inerte de Allende, con las paredes de una celda de bienvenida.

Como buen sudaca que se decía a sí mismo, se refugió en las polleras de Cataluña donde se le condenó a los oficios propios del escritor maldito: despensero, guardia o trabajador golondrina en los viñedos. Muy probablemente desde entonces llevó adherido a los labios ese cigarrillo que le empañó las gafas, en cada foto que se le hizo. Un personaje muy propio de Manu Chao, un desaparecido en vida, que viene y va fumando.

Le demandó varios años y no pocos sacrificios vivir de sus palabras, las mismas que le condenaron en cada entrevista, desde los jóvenes tiempos del grupo infrarrealista mexicano, cuando sus opiniones sobre los colegas fueron una víbora cuyo veneno empezó por intoxicarle antes que a nadie. Criticar a la cofradía le transformó en un fantasma cuya resurrección recién tuvo lugar, como toda resurrección, después de muerto.

Bolaño condenaría a sus personajes al mismo naufragio personal que él vivió “con la edad de siempre” y la felicidad como un ejercicio de rememoranza retroactivo. Amante de la desmesura de la poesía, y lector borgiano compulsivo, idolatró al gran Nicanor Parra hasta hacer suya esa cotidianeidad de “comidas y ataúdes”. Justamente fue cuando recién estrenaba ataúd que la fama tañó su misteriosa campana para su obra póstuma, la literalmente enorme 2666. Un libro que traducido al inglés eclosionó y puso en circulación todo el caudal de maldad, humor y poética que este autor misterioso había macerado. Entre los anglófonos, unos años antes, Susan Sontag había alabado la novela Estrella Distante, y luego toda la crítica había puesto en el limbo a su siguiente trabajo, Los detectives salvajes. Por consiguiente, la bolañomanía empezó a multiplicarse en forma de ejemplares hasta hoy, cuando los derechos de sus obras están en manos del mandamás de las tapas duras, Andrew Wylie.

Bolaño contra todos

Anti-estatus, anti-poderosos, rechazó la izquierda estanca, la derecha “llena de polvo”, las vanguardias, y casi todo lo que se le cruzó. Dijo en una entrevista televisa (era un gran televidente que respetaba la caja catódica tanto como Mirtha Legrand) que en su período mejicano se había dedicado a molestar y que debido a esa actitud, había escuchado a otros escritores chingados decir “que Bolaño se vaya a Santiago… y que Santiago también…”.

Hasta acá estas líneas sobre el chileno, que parecerán excesivas, aduladoras, o exageradas. Sin embargo fue el propio escritor quien dijo para Consejos sobre el arte de escribir cuentos que “exagerar es una forma de admirar cortésmente”. Es difícil resistirse a esa moneda inalcanzable que tiene impresa su impronta de la siguiente forma: “Hay momentos para recitar poesías y hay momentos para boxear”.-

Bolañolandia

1953/2003 (Santiago / Barcelona)

Publicó varias novelas entre ellas La pista de hielo (1993); La literatura nazi en América (1996); Estrella distante (1996); Amberes; y 2666 (póstuma). Está previsto que llegue a las librerías Tercer Reich (anunciada recientemente en Francfurt).

Autodefinido como poeta, están editados Tres (2000); Los perros románticos. Poemas 1980-1998 (2000); y La universidad desconocida (2007) póstuma.

Además de algunos ensayos, también tiene editados varios libros de cuentos, entre los que cabe reseñar Llamadas telefónicas (1997); Los detectives salvajes (1998), Putas asesinas (2001), y El secreto del mal (2007), (póstumos).-


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