50 años de fidel-idad, o medio siglo de la revolución cubana

(Publicado por la sección de Opinión de La Voz del Interior, el 20/01/2009)

“Yo no vengo a hacer demagogia aquí: yo lo que vengo es a decirle al pueblo la verdad”. [17 de Enero de 1959] Así comenzaba uno de los primeros discurso de Fidel Castro Ruz, quien sería Primer Ministro desde ese Febrero de 1959. La verdad para el pueblo cubano, o para el mundo exterior, habiendo pasado cincuenta años, es absolutamente inasible. Por lo menos yo no vengo a decirla. La revolución cubana y fundamentalmente la propia figura de Castro son tan convulsionantes que su planteamiento conduce a la confrontación inmediata, sean quienes sean los interlocutores. Ningún tema produce un consumo tan inmediato y alarmante de tabaco, como la sola mención del asunto Cuba.

Con motivo de un aniversario redondo como el cero del cincuenta, los medios internacionales se han lanzado a escudriñar todos los datos disponibles con la intención de determinar si la revolución fue positiva, o no. Una tarea delirante, pero… aquí van algunos: En 1958, con Batista nuevamente en el poder (dio su primer golpe en el 33, entrando y saliendo de la presidencia en tres ocasiones) Cuba era uno de los países fuertes de América Latina. Contaba con más electrodomésticos y líneas de trenes que los demás, había una cabeza de ganado por habitante, numerosos medios de prensa, se consumía anualmente 40 kg. de carne por persona, había 160.000 vehículos –nada mal para 6 millones de habitantes- y estaba situado como el segundo estado de la región en número de receptores de radio, y canales de televisión, entre muchos otros indicadores. Sin embargo, casi la totalidad de la tierra se concentraba en un pequeño 8% de la población, un tercio de los hogares no tenían baño o agua corriente, casi la mitad de la nación no tenía energía eléctrica, el 40% de la población estaba desempleada, y el 23% era analfabeta. La mortalidad infantil había trepado hasta 60 muertes cada 1000 nacidos, y los derechos de la población eran un eufemismo microscópico que se pisoteaba día a día desde el gobierno, o desde sus tentáculos mafiosos y asesinos.

Con 50 años de revolución sosteniendo, o ahogando -como se prefiera- a la isla, la mortalidad infantil bajó 10 veces, la esperanza de vida subió en 18 años, la educación y la salud son gratuitas universales y mundialmente valoradas, y el analfabetismo se erradicó en 1961 con la campaña nacional de alfabetización. Hay más de un millón de universitarios y el gobierno revolucionario priorizó desde un comienzo los avances biomédicos, que hoy sitúan a Cuba como un país avanzado en materia de ingeniería genética. Vale destacar, por ejemplo, el gran logro de la vacuna Pentavalente de la cual Cuba es el único país del Tercer Mundo, y segundo de todo el planeta en poseerlo. Estas conquistas colectivas parecen fuera de lugar al lado de las dificultades que atraviesan, empezando por un exilio del 20% de su población, severos problemas de abastecimiento eléctrico y la imposibilidad de sobreponerse a las inclemencias climáticas, particularmente desde que la inclemencia del bloqueo comercial apartó a este archipiélago del mundo. Tal vez lo más grave sean los presos políticos, la opresión generalizada, los balceros lanzados a la mar, y la sensación –desde fuera- que la guerra ganada con las armas y el esfuerzo descomunal (en realidad debería decir comunal) de su gente se perdió en manos del “enemigo vencido”, en palabras de revolucionarios que hoy están asqueados, dada la imposibilidad de evolucionar política y democráticamente.

Sin embargo, sería una demostración de pedantería determinar qué le conviene al pueblo cubano, o el carácter de tiránico de los Castro, desde estas latitudes. Nos queda, por consiguiente, otro tipo de análisis del último monstruo político vivo, y su movimiento. Una histórica épica, violenta y valerosa, con personajes secundarios de la talla del Che Guevara o Camilo Cienfuegos. Una conquista que despertó el interés de toda la comunidad intelectual, y cuyo capital simbólico se deshizo.

Cada decisión del Partido Comunista de Cuba, “martiano y marxista-leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, que organiza y orienta los esfuerzos comunes” ha movilizado la prensa y los sectores pensantes, inclusive en todas las variantes de la izquierda (esto es, una variante por cada persona) apuntando a la cabeza, o sea Fidel Castro, el buey equilibrista. El artífice de la toma del poder que, cuando mientras decía “Esta vez sí que es la revolución” -y era verdad-, Batista huía con decenas de millones de dólares a un itinerario que lo depositó finalmente, bajo el ala derecha de Franco.

“Decir la verdad es el primer deber de todo revolucionario”. 8 de enero de 1959. Y lo cierto es que esa osadía de Castro le franqueó el acceso al Palacio Presidencial, su potencia le permitió una revolución como no hubo otra, únicamente su tenacidad y su carisma la sostuvieron, de igual manera que su adicción al poder hoy, probablemente lo haya demolido todo. Es doloroso reconocer que muchos queremos a aquel, aquellos, del 59. Es doloroso, también, reconocer que su triunfo ya ofreció alguna sospecha frente a la belleza de ser un perdedor, sospecha que ahora se vuelve una verdad a la que sólo se la puede combatir con más nostalgia.

El protagonista

Fidel, de nacimiento abogado polemista, de infancia activista universitario, nació marcado por el destino un 13 de Agosto de 1926. Lo serio del asunto es que le tocó Búfalo en el horóscopo chino –este es su año-. Un animal potente, que siempre llega a destino y al que le cuesta parar. Un animal que “no tolera conspiraciones” y que “se preocupa más por el conjunto, que por sí mismo”. Su familia no era acaudalada, como dice el mito, y debido a sus estudios fuera de su ciudad natal, convivió con la pobreza familiar de su institutriz. Alumno brillante, se especializó tanto en civil y diplomacia como en luchar contra la autoridad patética de Fulgencio Batista. Debió exiliarse a México cuando su intento golpista fracasó. La batalla guerrillera que libró desde finales del 56, empezando con un puñado de sobrevivientes del yate Granma, le reconoce una proeza militar y política sin antecedentes.

De lo dicho y hecho por FC se pueden hacer tantos libros y películas, como debates le continuarán en un ejercicio de oratoria que al propio protagonista le encantaría, y del que Córdoba fuera beneficiaria al constituirse por una noche en capital mundial del socialismo. Fue cuando el comandante ofreció su último discurso público, arropado por esa extraña pareja que constituyen Evo Morales y Hugo Chávez.

Desde entonces, y como si se tratara de una secreta venganza póstuma del Che Guevara, el último comunista y su barba, han debido salir de escena. Queda así vacante la idealización que tanta expectativa hubiera generando en su momento, y que decepcionó una gran comunidad. Queda, la singularidad de quien pudo contra los malos, pero no pudo contra sí mismo.-


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