Un saludo para Héctor Keismajer, arquitecto de la palabra

Yo viví la era mística de la historia de nuestra Ciudad cuando existían los seres mitológicos. Eran intelectuales y artistas que, en aquel entonces caminaban sueltos por la peatonal, como si los dioses y los ciudadanos pudiéramos convivir. Esa estirpe de personas sobrehumanas ahora tiene un integrante menos: ha habido un nuevo ascenso al Olimpo.
Hoy me dieron la triste noticia del fallecimiento de Héctor Keismajer. Pienso para mis adentros “era grande” y lo ratifico, aunque aclaro que no me refiero a su edad sino a su talla, sin ir más lejos, la más genuina y cordobesa explicación de un “tipazo”.
Arquitecto de profesión, profundamente comprometido con la enseñanza, el patrimonio y las ideas que construyen una ciudad, hace mil años no nos conocíamos y me llamó por teléfono cuando leyó una columna que había publicado en La Voz y le interesó. “Tomemos un cafecito, te quiero contar algo”. Desde entonces, cada llamada, cada contacto era un impulso para crecer, estudiar, enseñar, y publicar.
Mi primer libro, Cultura de la gestión es fruto de su generosidad. Como me tocó a mi, seguramente muchos cordobeses han recibido su simpatía y cercanía, lo que constituye una -entre tantas- razones para que se le distinguiera con un Premio Jerónimo Luis de Cabrera en 2012. Destaco, especialmente, su calidez y una capacidad para el relato -cualidad también muy cordobesa- que se veía potenciada con su voz especial. Su arte de la conversación incluía -desde su casamiento, hasta viajes, revoluciones y contraviajes-, por lo que toda visita de Héctor tenía un traslado mental obligado a otras latitudes y otros tiempos.
Yo lo voy a extrañar, pero me tranquiliza saber que seguro se ha reunido con amigos y muchas personas, y en el cielo multi religioso que profesaba, están recibiendo su calidez y viajando a los espacio que -como buen arquitecto- dibujaba con su voz.-

(Milagrosamente encontré esta foto donde estamos al lado)

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