De que hablamos cuando hablamos de amar correr

Hoy completé “De qué hablo cuando hablo de correr” de Haruki Murakami. Fui administrando su final, como si se tratara de un benévolo plan de cuotas, justamente porque no quería que se terminara. Su carácter ensayístico abordando algo que nos apasiona, no sólo no lo transforma en un artículo de autoayuda, sino que le permite un razonable flujo de poética. la misma que sentimos al revisar el retrovisor de la mente y comprobar que el paisaje se reduce a un punto de fuga íntima.
En su interior cita a Hemingway proponiendo “continuar es no romper el ritmo” pero su final, lejos de la sensación de meta, me ha dado tristeza.
Pensar en correr, pensar al correr, y el vínculo posible con la escritura han sido un hallazgo que recordaré -y recorreré- siempre. Mientras le pongo en la biblioteca, junto a “Tokio Blues” y “After

Dark” comparto esta metáfora “Y todos los escritores, en mayor o menor medida, deben enfrentar a esa toxina y, sabedores del peligro que entraña, ir asimilándola y capeándola con la mayor pericia posible. Porque sin la intervención de esa toxina no se puede llevar a cabo una auténtica labor creativa, en el sentido verdadero del término.Les pido perdón por la extraña metáfora que emplearé, pero puede parecerse al hecho de que la parte más sabrosa del pez globo sea precisamente la más cercana al veneno.”




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