La cultura como motor del desarrollo

Estas líneas, respetuosas, van en defensa de la cultura, los espectáculos, la gastronomía y el turismo. Me preocupa especialmente aclarar que es una reflexión a título personal, y desligar cualquier responsabilidad de organizaciones en las que me desempeño, tanto gubernamentales, como educativas o privadas.
La institucionalidad me importa y hoy, en concreto, quiero manifestar mi más enérgica solidaridad con el sector creativo. Un ámbito productivo que desde hace décadas -y en condiciones siempre complejas (entiéndase la crítica a tiempos pasados)- construye oportunidades de empleo, y especialmente de emprendedurismo ¿Hay algo más luchador que un café o un espacio teatral?
La cultura en un sentido amplio, junto a otros ámbitos que incluyen sectores tradicionales, pero a la vez sumamente innovadores como la cocina; y que va desde los museos hasta los hoteles, desde los grandes festivales hasta pequeñas exposiciones, es un espacio de alegría, identidad colectiva, fortalecimiento de redes, y desarrollo de intangibles. Además, y para información de los incrédulos, es uno de los sectores de mayor aceleración en el Producto Bruto Mundial, con especial mención de la economía Europea y Norteamericana. Su construcción de mano de obra, oportunidades para independientes y pequeños -o no tan pequeños- empresarios es la envidia de otros sectores productivos. Para no extendernos, basta decir que a nivel mundial la incorporación anual de recursos humanos del sector supera el 8%, mientras que en nuestro país ha alcanzado el 13% (datos de los años 2022 y 23).
Por sensibilidad, por subjetividad, y por el convencimiento de su aporte cuantificable al desarrollo sostenible, rechazo enérgicamente los dichos del Presidente de la Nación Javier Milei -que por cierto constituyen diferentes tipos de violencia- y me quedo en la vereda de enfrente.-

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