Mucho de Nada, La serie de Cohn Duprat

Esta semana vimos Nada, la miniserie de Star+ dirigida por la dupla Mariano Cohn y Gastón Duprat, quienes saltaron a la fama con Televisión Abierta, y luego el canal público Ciudad Abierta. Tienen una producción importante, pero los van a reconocer por películas como El artista (2006), El hombre de al lado (2008),​ Querida voy a comprar cigarrillos y vuelvo (2011), Todo sobre el asado (2016), El ciudadano ilustre (2016), Mi obra Maestra (2018), y las menos celebradas 4X4 (2019) y Competencia oficial (2021).
Este proyecto en particular tiene 5 episodios y el protagónico de Luis Brandoni, que hace de la versión más concentrada de sí mismo. Siguiendo la línea de metáforas gastronómicas, se podría decir que está cocido en su salsa.

La serie viaja al interior del personaje de Brandoni, Manuel y su vida, una persona tan maravillosa como desdichada. Se trata de un anti-canchero, profundamente incorrecto, misógino, anticuado y clasista. Un personaje aparte y protagónico, en los episodios, es Buenos Aires. Pintada con el pincel urbano, sus calles, veredas y paisajes son un lienzo infinito.
Otro plato fuerte es la casa donde se desarrolla gran parte de la acción que -dato- en la vida real, es Patagonia Sur, el restorán de Francis Mallmann (por cierto, asesor del proyecto). Se dice que no se hicieron grandes cambios para el rodaje que convida una vajilla deslumbbrante con importantes obras de arte contemporáneo.
Tan sensible y culto como esquivo, la narración mira de reojo a la industria editorial que le sostiene económicamente y directamente con desprecio al mundo de la gastronomía actual. Aunque se apoya humorísticamente en ciertos estigmas sociales -como la comunidad paraguaya-, les hace justicia con dulzura, como un postre muy antojadizo.
Con un nudo dramático sofisticado, y nula violencia o vulgaridades, se desliza con la misma elegancia que Manuel, sentado en el asiento del acompañante de antiguo pero a la vez invaluable coche, recorre Buenos Aires.
En tiempos de foodies esta serie es todo lo contrario: un ácido homenaje a un oficio que hoy está en extensión. Ese jugoso cinismo también deja al desnudo a los foodstagramers cuya simpatía, que les permite flotar en la comida, es subvertida por la profunda -y por momentos amarga intensidad- de un crítico gastronómico a la vieja -pero elegante- usanza.-

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