Decálogo para organizaciones culturales


4.4 Decálogo de organizaciones culturales


Casi sobre el cierre de la unidad nos centramos en apuntar algunas ideas sueltas que operan como inspiración para aquellas organizaciones, ya sea públicas, privadas, o del tercer y cuarto sector que puedan invitarles a reflexionar sobre sus prácticas internas, oportunidades y desafíos. 

Lejos del territorio de teorización académica y las citas, he aquí un puñado de sugerencias que bien podrían haber sido llamadas, en su conjunto “Recursos inspiradores para atravesar los cambios de las organizaciones con base creativa en el SXXI”. No se trata de diez mandamientos, sino de diez observaciones deslizadas en voz baja para contribuir con la tarea de los trabajadores en el terriotiorio. 



  1. Compromiso con el contexto


Un poco a cuento de lo trabajado en torno a la idea de Cuarto Sector, nuestras organizaciones están para cambiar, para militar, para hacer mejor la vida de los ciudadanos, los clientes, o nuestros asociados. 

Las organizaciones culturales, justamente por su naturaleza y dimensión humanista, son ejemplares y deben proyectar lo mejor de la sociedad. Diseñamos cada actividad para crear un cambio, para incidir en la realidad. Y lo debemos hacer con estándares altos en aspectos tan obvios como la honradez, la honestidad intelectual, la administración prudente de nuestros recursos, el impacto medioambiental, el consumo energético, la paridad de género, (aspectos parientes de la idea de Gestión Sustentable) así como la inclusión de colectivos que supongan un arco diverso… miramos al futuro y queremos estar más cerca de mañana. Para ello debemos empezar hoy. 

En este caso, si pensamos en el aniversario de nuestra organización, de nuestro club, de nuestra asociación comunitaria, como un cumpleaños de una persona, en nos enfocamos en los deseos y no en la cantidad de velitas. 

Lo mismo corre para las acciones o programas a llevar adelante ¿Cuántas mujeres participan en escena? ¿Ocupan los mismos espacios que los hombres? ¿Hay personas de otras procedencias? ¿Somos genuinamente diversos? ¿Se puede acceder al proyecto en silla de ruedas? Sí ofrecemos una comida, un brindis ¿de donde provienen los insumos? ¿Son de cercanía o viajaron miles de kilómetros iniciando su trayecto con un precio vil y condiciones esclavizantes para los trabajadores que le han producido? 

De todo lo antes dicho, un capítulo intransigente de nuestro compromiso es con el contexto: hemos de saber escuchar en nuestra aproximación a un sistema que nos antecede. Realizar un diagnóstico comprometido, cálido y cercano, implicado es el primer paso y la fuerza radial de los compromisos. 


  1. Tiempo


De todos los recursos, el tiempo es el único que no se compra. Debemos usarlo y administrarlo en lugar de ser su víctima. La velocidad es riesgosa, por eso hay que moverse rápido pero sin acelerarse. Madurar, reflexionar, accionar, ese es el paradigma. 

Parece que vivimos atrapados en un tiempo de urgencia cuando- en rigor se la asocia con emergencia médica-. Hemos de reflexionar sobre lo emergente y la emergencia como algo que aflora y cobra relevancia, así como lo urgente como algo que requiere atención. Gantt, el amigo del diagrama no es un enemigo ni una materia de la facultad: es la forma de alcanzar los objetivos de la organización en los plazos que tenemos. Eligiendo este camino ¿llegamos a tiempo? ¿Cuándo sucederá? Vamos a proponer un autor no citado aun como contracara: Marcos Mundstock, orador de Les Luthiers propone “Errar es humano, pero echarle la culpa a otro es más humano todavía.


  1. Actitud


Impulsar cambios con dimensión cultural y trascendencia social, demanda de varios esfuerzos, entre ellos la paciencia. El enojo, o la ansiedad son malos consejeros y nada bueno surge de malos gestos. Convencer, persuadir, consensuar y negociar son verbos fundamentales en los procesos de gestión. 

Tenemos que invertir tiempo -una medida razonable y definida-, actitud y sobre todo compromiso en los  acuerdos ya que la calidad de esos consensos son la garantía de la sostenibilidad de los procesos. Sabemos que tenemos que hacer: reflexionemos sobre cómo hacerlo. Pero ¿Realmente estamos de acuerdo? ¿Les he convencido o han participado y hemos arribado a una solución nueva, propuesta en el proceso? Conviene insistir en que consensuar también puede ser definido como hacer lo que otra, otro propone. 


  1. P2P


En un mundo de hiperconectividad y con diversas formas de informarnos, es muy relevante, también, comunicarnos. Habiendo mencionado los consensos, se debe resaltar que informar no es comunicar.
Preservar momentos de contacto personal entre pares es fundamental. En un mar de gestiones administrativas, una llamada telefónica al interesado puede ser un diferencial y exige menos de cinco minutos. Algunos trámites demandan tanto tiempo que ofuscan a quien, si se siente tenido en cuenta, será un militante más de nuestra causa. Algunas decisiones comerciales, por ejemplo de reducción de un acuerdo contractual, también pueden quebrar ciertos ánimos. Ese quiebre puede ser reemplazado con una conversación que reconstruye o sostiene. 

La gestualidad es gran parte de la comunicación, sino preguntenle a “El Listo Hans” destaca Byung-Chul en “En el Enjambre”, quien hubo un caballo alemán, en principios del siglo pasado, que era capaz de adivinar los resultados de diversas operaciones matemáticas sencillas. Para dilucidar el caso del caballo inteligente se conformó una comisión que determinó -después de innumerables estudios- que el caballo no calculaba sino que “interpretaba finos matices faciales” y frente a la tensión del número acertado en el público, el caballo daba la respuesta correcta. Conclusión del autor “el núcleo de la comunicación está constituido por formas no verbales, tales como los gestos”. Saludar a los montajistas, pagarle a los artistas, esos son gestos. ¿Estamos teniendo en cuenta a la otra persona? ¿Le tratamos como persona? ¿Hay individuos detrás de este trámite? ¿Cómo se llaman? ¿Qué sienten?


  1. Soluciones


Los problemas se incrementan con el paso del tiempo. Existe una suerte de tendencia inflacionaria para las dificultades y la única manera de resolverlos es enfrentarlos, reconocer su existencia y construir un camino con un horizonte de utilidad. Ese es el único camino. Nada se resuelve sólo o con un acto de magia, los gestores resolvemos con nuestras decisiones e imprimimos esfuerzo en materializar acciones concretas. Las abstracciones no componen nuestro trabajo sino que, junto con la intelectualización son el fruto, el resultado de nuestra actividad. ¿Nos queda menos presupuesto del previsto? ¿Vamos a maniobrar o vamos a quebrar? ¿Han sido convocadas personas de un sólo género, de un único colectivo? ¿Somos machistas? ¿Este proyecto es medioambientalmente sustentable? ¿Qué podemos cambiar para que lo sea? ¿Dónde hay personas que nos ayuden?


  1. Actualidad


Gran parte de los modelos y procesos que atraviesan nuestra vida -como por ejemplo la educación-, pero también todas las industrias culturales (fotografía, fonografía, cinematografía) nacieron y se sistematizaron en el SXIX, actualmente están conducidas por personas que nacieron en el SXX pero deben funcionar y seducir a personas del SXXI. Lo hemos reiterado varias veces, pero no deja de ser un axioma preocupante. 

En tiempos de prosumidores, además de hablar debemos saber escuchar, además de escribir mensajes debemos saber leer, y con ello nos referimos a entender y comprender. Tal vez este último verbo sea el que más esfuerzo exija. También debemos incorporar que aprendemos sin solución de continuidad -punto sobre el que volveremos- y que cada intercambio con otra persona es una oportunidad de incorporar conceptos valiosos, más allá de lo que tengamos para decir. Entonces, una crítica, un comentario adverso en el perfil de nuestras redes sociales es una oportunidad de sumar aprendizaje, para ser humildes y de cambiar algo. Inclusive esta actitud redundará en la obtención de resultados más satisfactorios al reconvertir un usuario crítico en un aportante a nuestro cambio. 

George Didi-Huberman, en su “Ante el tiempo / Historia del arte y anacronismo de las imágenes” reflexiona sobre el papel que Benjamín le dio a la historia, la novedad, y el torbellino. Ser contemporáneos es estar en nuestro tiempo. Podemos traducir la propuesta en buscar soluciones contemporáneas, actuales ¿Nadie resolvió esta dificultad antes? ¿Hay recursos gratuitos o freemium para nuestro desafío? ¿Estamos aplicando respuestas del SXX para problemas del SXXI? 


  1. Posibilidad


Abrazaremos las utopías pero besaremos a las realidades. La frase “haré lo mejor posible” incluye dos promesas: un máximo compromiso con deseos altruistas y la certeza de que hasta donde se llegue se volverá real. La utilidad de lo posible, lejos de opacar lo imposible lo ubica en el horizonte de referencia. La inmensa motivación, la exquisita belleza de nuestras expectativas es el combustible que cada dia nos impulsa, comprometidamente, a hacer. Y la forma de su resultado, así como la manera en la que lo hacemos, entra en el terreno de lo posible. Nuestra responsabilidad es la posibilidad. Una idea genial pero ¿vamos a poder llevarla a cabo con nuestros recursos? De lo contrario, y permítasenos la segunda y última humorada quedaremos en otra máxima del ya citado Mundstock “No soy un completo inútil. Por lo menos sirvo de mal ejemplo.”


  1. Enredados


Como ya se propuso en la actualidad, el feedback en redes sociales supone una conversación que, como en tantos ámbitos de la vida, tiene malos ratos, personas necias, pero también recursos. Las redes sociales no son nuestros enemigos sino una potente herramienta. Nada reemplaza la belleza del vivo, de la magia de esperar que se opaquen las luces y comience la función. Pero, por ejemplo, la Pandemia del COVID19 debe dejar sus enseñanzas. La polaridad de un comentario en twitter, la posibilidad de teleconsumo cultural a domicilio esconde -y probablemente en su superficie- algunas chances que tal vez hemos descuidado embalados (en el sentido de ir rápido, y en el sentido de estar envueltos) en la inercia de seguir realizando los programas como se hicieron siempre. 

Estamos en un hormiguero neurálgico y descentralizado. ¿Podemos reemplazar algunas actividades por su versión virtual? ¿Esta acción justificará presencialidad? Trasladar este conferencista dejará una gran huella de carbono, implicará un costo de traslado y estadía mayor que sus honorarios ¿es conveniente? ¿En serio? Tenemos tres mil seguidores en nuestro perfil de Instagram, en Facebook, y si nos esforzamos en contarlo bien por ahí y no imprimimos folltería.

¿Se justifica la presencialidad del público o nos conviene proyectarlo? Dios quiera que muchas veces la respuesta sea sí, pero no descartemos las otras posibilidades.  


  1. Menos es más


Sin ponernos minimalistas en exceso, la cita less is more atribuida al arquitecto Mies Van der Rohe nació para aplicarse al diseño y la arquitectura pero hoy tiene nuevas oportunidades. Toda organización que impulse un proyecto, una acción, probablemente lo ejecute después de haber determinado una consecuencia deseada, un cambio. Hacemos un ciclo de poesía para que nuestros autores tengan más trascendencia, pero porque necesitamos más belleza, porque las personas han dejado de leer. Aunque nuestra iniciativa incida en esa realidad, no la modificaremos por completo en un sólo programa. Hay acciones que pueden ser menores, y no por ello frustrarnos. 

Cambiar el mundo es un proceso, como se verá más adelante, y podemos organizar varias acciones. No “poner toda la carne en el asador” también es una promesa de futuros asados, en tanto ande el freezer. Dentro de esa misma lógica tampoco debemos sentirnos obligados a agotar todos los recursos, públicos y autores en la primera acometida. Habrá más. Pregunta clave ¿en necesario? ¿no sumaría incluirlo en una próxima actividad? ¿Realmente nuestro museo debe hacer todas esas muestras? Un gestor que se precie de tal continuará trabajando, militando y también es su responsabilidad dialogar con los creadores para analizar cuánto, cuándo, cuántas veces. 


  1. Los procesos 


Acá podríamos sentirnos en el segundo capítulo de “menos es más”. El gran desafío de las organizaciones no sólo es trabajar por objetivos -como se planteó en diversas unidades- sino también por procesos.  Boris Groys nos ha propuesto que la escena artística es comparable con una pieza de Time-based art en tanto el tiempo es un elemento clave. El mismo autor, en el mismo libro, propone “el presente es un momento en el que decidimos acotar nuestras expectativas respecto del futuro o abandonar algunas de las tradiciones más queridas para poder cruzar el angosto portal del aquí y ahora”. Aunque hay un pesimismo en su texto, también hay una lectura procesual puesto que el presente es “algo que interrumpe una transición fluida desde el pasado al futuro...”. Los cambios, los cambios profundos y culturales (en ambos sentidos) demandan de procesos de implicancias sociales, de apropiaciones y transacciones simbólicas. 

Ya lo decimos en la publicación Cultura 2.0, “los ámbitos culturales articulan procesos, pero nunca llegan a sus metas (institucionales). Motorizan apropiaciones y tensiones, indagan sobre la agenda glocal para colarse en sus fisuras.”

Y para ello no alcanzará con una acometida, hemos de pensar en programas y proyectos procesuales, largos. Porque en los procesos están las personas, los aprendizajes, las culturas. Como propone Yudice en el texto referenciado a continuación es importante que estos procesos sean porosos, permeables con un ánimo despojado de jerarquías, en un escenario de horizontalidad ya que cada una de las personas que integren el proceso tienen elementos valiosos para sumar a la reflexión.  


Este tipo de ejercicios han resultado frecuentes en los últimos años y uno de los más prometedores es el que ha hecho recientemente George Yudice cuando Sergio Cervantes Quiroz le invitó a Diálogos de la Gestión Cultural en México.

Comentarios