( Para Notify - Gamba )
Esta semana pasó por Córdoba Disney On Ice, una franquicia que desde hace años visita nuestra ciudad, siempre con buen flujo de público. La buena salud de ese espectáculo pareciera venir acompañada de un reverdecer de los viajes a Disney World.
Sin lugar a dudas esta mega compañía es un verdadero caso de estudio en materia de industrias creativas. Con una facturación de casi 60 mil millones de dólares (algo así como el 10% del PBI de Argentina) es uno de los grandes pulpos del entretenimiento.
Habitualmente se responsabiliza al Ratón Mickey de todo el éxito detrás de esta máquina de facturar y -ciertamente- de americanizar nuestra imaginación. Pero hay un nombre: Walt Disney.
Famoso por su resiliencia frente a la adversidad, por sus ideas fascistas y antisemitas, y creativo como ninguno, fue reconocido por su trabajo tanto como por su avaricia.
Cuenta la historia que su primera empresa se llamó Risograma y alcanzó su mayor éxito cuando fundió completamente a Walt. Aunque no sería la última vez, el protagonista de nuestra columna de hoy debió vender su cámara para comprar un pasaje sólo de ida a Hollywood.
Allí, en el garage del tío Roberto, fundaría junto a su hermano la Disney Brothers' Studio. Todavía faltaba mucho para que llegaran los 22 premios Oscar que lo convertirían en la persona más premiada de la Academia.
Una tercer compañía, The Walt Disney Company -siempre a la altura de su ego- sería la que le permitiría triunfar de la mano de personajes como el Ratón Mickey: un roedor que tenía la propia voz de Walt y sería un personaje ícono del SXX.
Poco después haría Blancanieves, una película bisagra en la historia del cine. Con un presupuesto inicial de 250 mil dólares, terminó costando seis veces más. Y estuvo tan jugado, tan cerca de la quiebra, que los banqueros exigieron ver el borrador -una suerte de spoiler- antes de soltar un nuevo préstamo.
Por suerte firmaron el cheque, la película fue un éxito, y la compañía creció y creció sin parar. Walt Disney, fumador cinturón negro, autor de personajes tan tiernos como Dumbo y empresario duro con los sindicatos como ninguno, falleció de cáncer de pulmón antes de ver inaugurado Disneyworld.
Su legado, un tanto megalómano, ha marcado a una compañía que -críticas aparte- ha diseñado los pasadizos de la imaginación en varias generaciones a través de todo el planeta.
Esta semana pasó por Córdoba Disney On Ice, una franquicia que desde hace años visita nuestra ciudad, siempre con buen flujo de público. La buena salud de ese espectáculo pareciera venir acompañada de un reverdecer de los viajes a Disney World.
Sin lugar a dudas esta mega compañía es un verdadero caso de estudio en materia de industrias creativas. Con una facturación de casi 60 mil millones de dólares (algo así como el 10% del PBI de Argentina) es uno de los grandes pulpos del entretenimiento.
Habitualmente se responsabiliza al Ratón Mickey de todo el éxito detrás de esta máquina de facturar y -ciertamente- de americanizar nuestra imaginación. Pero hay un nombre: Walt Disney.
Famoso por su resiliencia frente a la adversidad, por sus ideas fascistas y antisemitas, y creativo como ninguno, fue reconocido por su trabajo tanto como por su avaricia.
Walt Disney visitó Argentina en dos ocasiones |
Cuenta la historia que su primera empresa se llamó Risograma y alcanzó su mayor éxito cuando fundió completamente a Walt. Aunque no sería la última vez, el protagonista de nuestra columna de hoy debió vender su cámara para comprar un pasaje sólo de ida a Hollywood.
Allí, en el garage del tío Roberto, fundaría junto a su hermano la Disney Brothers' Studio. Todavía faltaba mucho para que llegaran los 22 premios Oscar que lo convertirían en la persona más premiada de la Academia.
Una tercer compañía, The Walt Disney Company -siempre a la altura de su ego- sería la que le permitiría triunfar de la mano de personajes como el Ratón Mickey: un roedor que tenía la propia voz de Walt y sería un personaje ícono del SXX.
Poco después haría Blancanieves, una película bisagra en la historia del cine. Con un presupuesto inicial de 250 mil dólares, terminó costando seis veces más. Y estuvo tan jugado, tan cerca de la quiebra, que los banqueros exigieron ver el borrador -una suerte de spoiler- antes de soltar un nuevo préstamo.
Por suerte firmaron el cheque, la película fue un éxito, y la compañía creció y creció sin parar. Walt Disney, fumador cinturón negro, autor de personajes tan tiernos como Dumbo y empresario duro con los sindicatos como ninguno, falleció de cáncer de pulmón antes de ver inaugurado Disneyworld.
Su legado, un tanto megalómano, ha marcado a una compañía que -críticas aparte- ha diseñado los pasadizos de la imaginación en varias generaciones a través de todo el planeta.
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