Con
motivo del aniversario 325 del Colegio Nacional de Monserrat
(Publicado por el Diario Alfil)
(Publicado por el Diario Alfil)
Una
llamarada de palomas cenicientas atraviesa el patio principal del
Colegio Monserrat con destino incierto. Habían anidado en
entusiastas pulmones y se incendiaron al cruzar las fogosas gargantas
de los monserratenses de todas las edades que cantaban el “Gaudeamus
igitur”
en el acto académico del 325 aniversario. Lejos de la melancolía
esperada, el evento estuvo atravesado por la alegría de alumnas y
alumnos (las primeras son mayoría) que le insuflaron militancia a
horas de discursos apilados. Sin embargo, no hay metrónomo capaz de
contabilizar un tiempo que avanza escoltado por el péndulo de la
palmera más esbelta del mundo.
Una
mañana fría que levanta temperatura con corazones jóvenes y un sol
regalado sobre el patio, escenografía del cumpleaños de un
colectivo, de una comunidad, que viaja por el tiempo con el envión y
la velocidad que otorgan más de tres siglos acelerando.
Esa
misma inercia centenaria arremolina a sus pasajeros en direcciones
muy personales y nos llevan a pensar que Avellaneda, Castro Barros,
Derqui, Orgaz, Vélez Sarsfiled, Deodoro Roca y tantísimos otros, no
eran pichones de próceres gastando el mármol de la escalera para
inmortalizarse en la letra opaca de una historia edulcorada y
correcta. Eran revolucionarios que hoy legitiman al Monserrat como
cuna de subversión y ánimos de renovación. Así como esas
eminencias habrán sido revulsivos y resistidos en su tiempo, se debe
destacar el paso del Che Guevara por las aulas del Colegio, y la
pérdida de muchos luchadores, como Diego Hunziker (secuestrado y
asesinado en septiembre de 1976), cuya vida se demarró con manotazos
militares y algún traidor al juramento de “virtud y letras”.
Algunos
reconocidos y otros olvidados, integran el complejo cuerpo social del
Colegio y, como si fueran cicatrices, ganan su verdadero espacio con
el paso del tiempo, exigiendo memoria para el dolor y capacidad de
recuperación. Son vestigios de un camino duro pero recorrido,
garantías que evitan la repetición. Dice el Himno de la institución
“Con
el libro al porvenir / Juventudes, camaradas / En la casa fraternal /
Cuando el tiempo nos separe / Para nunca unirnos ya / O si amargo
desaliento / Perturbare nuestro afán / Encendamos los recuerdos / Y
volvamos a cantar / Por la Patria y en la Patria / con la luz del
Monserrat.
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