(Publicado por la Revista Ecléctica, número de Abril de 2010)
Hay todo un debate sobre el origen de la palabra reggae. Algunos investigadores consideran que la palabra es un derivado de ragga o raggamuffin, traducible como pordiosero, ciruja, o lumpen. Otros, apuntan que el estilo musical fue bautizado por la canción Do the reggay, de The Maytals donde el término significaría el pueblo, la gente de a pié. Da igual. Ambas líneas teóricas están en lo cierto ya que un concierto de reggae, hoy en Córdoba del dos-mil-diez es una enorme coreografía de ciudadanos diferentes celebrando su igualdad ante su música. Se trata de la mejor interpretación que se haya visto jamás de “libertad, igualdad, fraternidad”.
Es que Liberté, égalité, fraternité paradigma de la revolución francesa y primigenio sinónimo de democracia, cobra corporalidad en cualquier recital de reggae cuando los regulares, las personas comunes (malabaristas, oficinistas, aspirantes a cheff, empleados de un call center, chicas bonitas, pelilargos de dudosa militancia under y genuinos bebedores de cerveza) se encuentran e interconectan. Esa comunión nos empodera al protagonizar un suceso cultural único, la creación de un entramado espontáneo, vibrante y genuino. Una red 2.0, siguiendo a Marc Prensky, que permite a cada individuo participar con sus aportes de forma ecuánime en esa liturgia ahumada que es una presentación de Los Cafres, Non Palidece, Resistencia Suburbana o el ascendente Fidel Nadal. Pero hablar de esta performance de hermanamiento colectivo es desacralizar esa corporalidad primitiva e irreflexiva, ese grito libertario hecho danza.
Por eso conviene remitirse a la fuentes. Come dance with me / Do the dance / This is the new dance going around the town / It can move you baby / Do the reggay / The reggay, reggay, reggay (The Maytals, 1968).-
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