Estudios recientes indican que el Titanic chocó contra un iceberg, entre otras cuestiones, porque los vigías no disponían de prismáticos. Aunque todos los marineros del mundo saben que esos rolitos gigantes exhiben sólo su séptima parte, en esa noche cerrada de abril de 1912, los responsables del barco vieron el monstruo de hielo cara a cara, tan cerca y con tan poco margen de maniobra, que no pudieron evitar hundirse en uno de los grandes hitos de la historia.
De forma mucho menos trágica, y gracias a los prismáticos institucionales, desde la cabina del Centro Cultural España. Córdoba se podía observar -probablemente debido a la claridad de la noche cordobesa- como se incrementaba la figura del curador en la actividad artística. Se trataba de un especialista cuya praxis tenía contornos indefinidos, pero estimábamos que debajo de su emergencia estaba sumergido un importante cúmulo de interrogantes y certezas en relación a sus prácticas en los procesos del arte contemporáneo.
Con esta sensación, en 2008 pusimos los motores a toda marcha hacia el tema, y gracias a las coordinadas provistas por Andrea Ruiz -quien ejercía una extraña tarea consistente en curar los curadores que compondrían la propuesta-, pudimos observar que había una enormidad de debates posibles.
Debido a la dimensión del tema, se diseñó una maniobra compuesta por una serie de actividades articuladas: instancias de formación práctica tendientes a aportar herramientas para nuevos curadores locales; un concurso abierto de proyectos para actores cuyo abordaje debería ser una lectura de los últimos diez años de arte cordobés; y una serie de encuentros con referentes iberoamericanos para debatir los aspectos más conceptuales del hacer.
Esta publicación parece pequeña para resumir la magnitud que tuvo el proyecto, o la profundidad que representa cada uno de los aportes de los especialistas. Sin embargo, la verdadera proporción de este material -y de todo el proyecto Híbrido y Puro: Prácticas curatoriales en el arte contemporáneo- quedará definida por su reverberancia cuando estas literalizaciones inicien su nuevo recorrido impreso, y sean el disparador de discusiones, investigaciones y gestiones. Porque el esfuerzo de un nuevo libro sólo tiene sentido si de el nace, al menos, un proyecto por lector. Llegue o no a buen puerto, lo importante siempre será contar con navegantes que, conscientes del tamaño de los icebergs, sigan dispuestos a zarpar.-
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