(Publicada en el Suplemento de Cultura de La Voz del Interior el 08/10/2008)
Sobre las relaciones incestuosas entre Arte, Ciencia y Tecnología
Con la inauguración de la exposición "El arte al borde del arte", hoy por la tarde en el Museo Genaro Pérez, quedará abierto otro pasadizo entre las fortalezas del arte y la de la ciencia. Esta promiscuidad de los campos del saber humano tiene una historia extensa (y por momentos tensa) plagada de polémicas, confusiones, experimentos y hallazgos. En el enorme ámbito iberoamericano, mientras se formaliza la apertura en el Genaro Pérez, simultáneamente se cerrará (el 12 de octubre) la muestra de Arte Ciencia y Tecnología "Máquinas&almas" del museo madrileño Reina Sofía. Sin lugar a dudas, se trata de uno de los grandes tópicos del momento.
Lo particular de la propuesta es la recuperación de diversas estéticas y tecnologías que, apoyándose en la informática, exploran lo objetual y otras particularidades científicas como la oscilación y la organización espontánea.
La relación entre arte y ciencia, e inclusive entre estas dos y la tecnología, constituye un triángulo amoroso que se remonta al renacimiento cuando figuras como Leonardo Da Vinci y tantos otros arquetipos del conocimiento combinaban arquitectura, geometría, mecánica, anatomía o matemática en su labor cotidiana. Sin embargo, la tesis del distanciamiento de las tres amantes, como consecuencia necesaria para el desarrollo de lenguajes propios (acá se podría decir que Kant tuvo parte de la culpa), encuentra su fin cuando el arte decide ampliar sus límites en todas las direcciones, contaminando y contaminándose.
Será entonces, desde mediados del siglo pasado, cuando la confusión vuelva a reinar. En la música aparecen con claridad las primeras hibridaciones que se volverán cada vez más frecuentes en otros campos artísticos con el paso de las décadas. En la actualidad, estas confusiones híbridas adquieren carácter de disciplina en sí misma.
Puede considerarse a Eduardo Kac como el abanderado de este sector tecno-artístico-científico. Este brasileño que originalmente fuera performer y que estuvo en la Argentina hace no mucho, trabaja exclusivamente esta línea, profundizando un género que se denomina "arte transgénico" y cuya obra más célebre es una coneja de color verde llamada Alba. Obviamente es un ser vivo, cuyo pelaje cambia de color en función de las condiciones ambientales debido a una manipulación genética que la volvió obra. Una obra con profundos debates filosóficos.
Se dice que "toda instauración de una nueva tecnología conlleva su propia teología". Sin duda que los fieles de esta religión usan notebooks, y que oran a un altar con deidades que han pasado por Córdoba como Marcelí Antunez (también fundador de La Fura des Baus), Sergí Jordà, Llorenc Barber o el propio José Manuel Berenguer. Sin embargo cabría señalar que muchas veces se entiende como arte y tecnología al arte digital en el sentido tradicional –si esto existe–, tratándose de obras a las que se accede mediante una computadora. Pero no es el mejor ejemplo de las experiencias que se verán, donde la informática tiene un papel herramental pues las obras resultantes cobran independencia del ordenador a la hora de interactuar con el espectador.
La antes mencionada muestra del Museo Reina Sofía (donde las computadoras tampoco están "entre" el espectador y lo expuesto) tiene obras realmente espectaculares, demenciales y futuristas. Este viaje al futuro exhibe, por ejemplo, unos grandes retratos espejo que se conforman automáticamente reflejando con desperdicios la imagen del espectador, esculturas de metales líquidos o un androide cantante. Los artistas son todos figurones de la talla de Antoni Muntadas, Daniel Canogar, Antoni Abad o David Byrne.
Siguiendo la línea referencial, vale destacar, de regreso a la Argentina, la labor del Espacio Fundación Telefónica de Buenos Aires en este tipo de experiencias y, ya en Córdoba, la figura de Paula Gaetano.
Cordobeses.tec Gaetano, nacida en San Juan hace 27 años, y adoptada por Córdoba, se licenció en la Universidad Blas Pascal y en 2006 ganó el Premio Arte y Vida Artificial (actualmente con una dotación de 18.000 euros) entre artistas de todo el mundo. Con el premio debajo del brazo, este año se la pudo encontrar en ferias de China o Rusia. Gaetano, por cierto, es la tercera generación de una compleja familia tecno-arte local cuya genealogía debe considerar a Gonzalo Biffarella y el resto de los artistas de la exposición en el Genaro Pérez, además de Poblete, Castro, Burguener, Sorrentino, o Mealla, y cuyo linaje completo ha sido recopilado por el proyecto Modular.
Paradigmáticamente, entre tanta modernidad, la muestra del Museo Genaro Pérez apelará a la colección que Aquiles Gay sostiene heroicamente en el Museo de Cultura Tecnológica (miembro de la red de popularización de ciencia y tecnología de América latina y el Caribe, Unesco). Un proyecto personal de lucha contra la ignorancia, injustamente ignorado.
Sobre las relaciones incestuosas entre Arte, Ciencia y Tecnología
Con la inauguración de la exposición "El arte al borde del arte", hoy por la tarde en el Museo Genaro Pérez, quedará abierto otro pasadizo entre las fortalezas del arte y la de la ciencia. Esta promiscuidad de los campos del saber humano tiene una historia extensa (y por momentos tensa) plagada de polémicas, confusiones, experimentos y hallazgos. En el enorme ámbito iberoamericano, mientras se formaliza la apertura en el Genaro Pérez, simultáneamente se cerrará (el 12 de octubre) la muestra de Arte Ciencia y Tecnología "Máquinas&almas" del museo madrileño Reina Sofía. Sin lugar a dudas, se trata de uno de los grandes tópicos del momento.
Lo particular de la propuesta es la recuperación de diversas estéticas y tecnologías que, apoyándose en la informática, exploran lo objetual y otras particularidades científicas como la oscilación y la organización espontánea.
La relación entre arte y ciencia, e inclusive entre estas dos y la tecnología, constituye un triángulo amoroso que se remonta al renacimiento cuando figuras como Leonardo Da Vinci y tantos otros arquetipos del conocimiento combinaban arquitectura, geometría, mecánica, anatomía o matemática en su labor cotidiana. Sin embargo, la tesis del distanciamiento de las tres amantes, como consecuencia necesaria para el desarrollo de lenguajes propios (acá se podría decir que Kant tuvo parte de la culpa), encuentra su fin cuando el arte decide ampliar sus límites en todas las direcciones, contaminando y contaminándose.
Será entonces, desde mediados del siglo pasado, cuando la confusión vuelva a reinar. En la música aparecen con claridad las primeras hibridaciones que se volverán cada vez más frecuentes en otros campos artísticos con el paso de las décadas. En la actualidad, estas confusiones híbridas adquieren carácter de disciplina en sí misma.
Puede considerarse a Eduardo Kac como el abanderado de este sector tecno-artístico-científico. Este brasileño que originalmente fuera performer y que estuvo en la Argentina hace no mucho, trabaja exclusivamente esta línea, profundizando un género que se denomina "arte transgénico" y cuya obra más célebre es una coneja de color verde llamada Alba. Obviamente es un ser vivo, cuyo pelaje cambia de color en función de las condiciones ambientales debido a una manipulación genética que la volvió obra. Una obra con profundos debates filosóficos.
Se dice que "toda instauración de una nueva tecnología conlleva su propia teología". Sin duda que los fieles de esta religión usan notebooks, y que oran a un altar con deidades que han pasado por Córdoba como Marcelí Antunez (también fundador de La Fura des Baus), Sergí Jordà, Llorenc Barber o el propio José Manuel Berenguer. Sin embargo cabría señalar que muchas veces se entiende como arte y tecnología al arte digital en el sentido tradicional –si esto existe–, tratándose de obras a las que se accede mediante una computadora. Pero no es el mejor ejemplo de las experiencias que se verán, donde la informática tiene un papel herramental pues las obras resultantes cobran independencia del ordenador a la hora de interactuar con el espectador.
La antes mencionada muestra del Museo Reina Sofía (donde las computadoras tampoco están "entre" el espectador y lo expuesto) tiene obras realmente espectaculares, demenciales y futuristas. Este viaje al futuro exhibe, por ejemplo, unos grandes retratos espejo que se conforman automáticamente reflejando con desperdicios la imagen del espectador, esculturas de metales líquidos o un androide cantante. Los artistas son todos figurones de la talla de Antoni Muntadas, Daniel Canogar, Antoni Abad o David Byrne.
Siguiendo la línea referencial, vale destacar, de regreso a la Argentina, la labor del Espacio Fundación Telefónica de Buenos Aires en este tipo de experiencias y, ya en Córdoba, la figura de Paula Gaetano.
Cordobeses.tec Gaetano, nacida en San Juan hace 27 años, y adoptada por Córdoba, se licenció en la Universidad Blas Pascal y en 2006 ganó el Premio Arte y Vida Artificial (actualmente con una dotación de 18.000 euros) entre artistas de todo el mundo. Con el premio debajo del brazo, este año se la pudo encontrar en ferias de China o Rusia. Gaetano, por cierto, es la tercera generación de una compleja familia tecno-arte local cuya genealogía debe considerar a Gonzalo Biffarella y el resto de los artistas de la exposición en el Genaro Pérez, además de Poblete, Castro, Burguener, Sorrentino, o Mealla, y cuyo linaje completo ha sido recopilado por el proyecto Modular.
Paradigmáticamente, entre tanta modernidad, la muestra del Museo Genaro Pérez apelará a la colección que Aquiles Gay sostiene heroicamente en el Museo de Cultura Tecnológica (miembro de la red de popularización de ciencia y tecnología de América latina y el Caribe, Unesco). Un proyecto personal de lucha contra la ignorancia, injustamente ignorado.
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