Se viene el día de la mujer y conjuntamente, la irresistible la tentación de hablar de las chicas en el arte, su lucha, y el merecido espacio que están conquistando en los museos, galerías y academias. Pero entrar en tema tiene la enorme dificultad del ojo masculino mirando y deformando la historia, además de haberla escrito, de manera sesgada.
Pero hagamos el intento apoyados en la polisemia de meterle huevo (léase “hicieron un gran esfuerzo”, o “tenía un cuota de masculinidad exagerada”) expresión que nos permite, paradójicamente, detenernos en que el mundo de la producción artística, recién ahora está cubriendo eficazmente su cuota de género.
De los siglos y siglos de arte con que contamos, tenemos la sensación de notar la primer mujer artista recién en el siglo XVI, e inclusive habrá que esperar hasta el siglo XVIII para que aparezcan algunas más. Teóricamente las chicas estuvieron inmóviles mucho tiempo: modelando para los hombres, haciendo de musas inspiradoras, o detrás de una figura dominantemente masculina hasta que los movimientos de liberación femenina sobre finales de los 60s obligaran a reflexionar sobre la obra de las artistas mujeres.
Aunque el gran público tiene presente un puñado de nombres de mujeres, y los museos con sus colecciones son un reflejo de la poca importancia que se le atribuyó al trabajo de “las” artistas: visite la pintura de Córdoba y encontrará un trabajo de Olimpia Payer después de recorrer varios pasillos, o viaje a España, que en su pinacoteca mayor, la del Museo del Prado tiene 7.623 cuadros, 6.240 dibujos y 2.100 grabados en su colección. De ellos 12 obras pertenecen a artistas mujeres. Encontrará la misma situación en todas las colecciones: compradas, hitoriografiadas, curadas y catalogadas por hombres hasta hace poco.
Sin embargo lo cierto es que mujeres artistas hubo muchas y hay tantísimas, pero dada hegemonía masculina, prácticamente no hay registro de sus actividades. Pero, como si fuera un mensaje impreso en la luneta de un camión (si hablamos de un Trolebús la imagen es más correcta) que “Dios te dé el doble de lo que me deseas” hoy se ha reinvindicado a Frida Kahlo hasta ganar terreno y popularidad sobre su marido (¿Diego cuánto? dice mi primita), Camilla Claudel es tan reconocida como Rodin y el arte de los 90s y 2000 tiene perfume femenino.
Localmente, Córdoba gesta cada vez más generaciones de artistas con un cupo femenino, que en calidad y trayectoria, les pinta la cara a los varones.
Ya casi imagino un futuro con mi hijo haciendo manifestaciones por el cupo masculino, contra las barones del arte (si ya sé, baronesas, pero no queda lindo) y yo escribiendo una nota titulada “La cuota masculina es el seno de la discusión”.-
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