Según informa Le Monde Diplomatique [1], uno de los medios más respetados y prestigiosos de la prensa internacional, en un texto escrito por el director general, llamado Planeta Fútbol (la columna, no el director) el día 9 de Julio 2 mil millones de personas en todo el planeta habrán visto la final del actual campeonato del mundo FIFA 2006.
Es mucha gente. Tanta, que si esta columna fuera parte de una conversación de chat, teclearíamos muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuucha gente, seguida de un rostro amarillento con los ojos desorbitados.
Pero no. Es una opinión en un medio de comunicación, de un teatro serio, y basta con decir que 2.000.000.000 de almas es uno de cada tres habitantes del mundo entero. Sí, tienen almas. Y no, no es necesario agregar emoticones que complicarían la vida de la diagramadora de la Escenario.
Según estas presunciones, es probable que nada, nunca, haya sido tan popular en la historia de la humanidad. Convendría agregar un ¡shit! para tirármela de global, pero tampoco corresponde.
Aunque la cifra es parecida al sueldo de mi papá en australes, allá por los tiempos alfonsinistas, y por ello pueda sonarnos familiar, se trata de una polaridad comunicacional monumental donde coinciden todas las miradas. Una convergencia fuera de nuestro ámbito de incidencia como pobladores de cualquier ciudad o pueblo. Hay que tener en cuenta que 213 países formarán parte de la fiesta de rayos catódicos de noventa minutos, mientras que sólo 191 forman parte de la ONU.
Entre los papelitos y las reverencias hacia el Patio Olmos, en el marco de fortísimos atractivos masivos que se exhiben para ser teleconsumidos en la comodidad de cada hogar, los trabajadores de las áreas vinculadas con la cultura, las artes, y los espectáculos, deben enfrentar esta adicción al control remoto desarrollando nuevas estrategias de gestión e innovadoras maneras de abordar el trabajo de todos los días. De esta manera, y con herramientas cada vez más profesionales, tendrán mejores chances de hacer oír su voz y la de los artistas bajo su cuidado.
De lo contrario, se resignarán las salas que otrora eran una fiesta de encuentro social, a la costumbre de un diez por ciento de capacidad ocupada. Y se abandonará toda esperanza -hablando de medios de comunicación y de voces cada vez más débiles- de encontrar a Carlitos Julio o Pablo Ramos en el infernal ruido blanco del dial de las radios fms.
Inclusive, o actuamos en la esfera de lo cultural, o deberemos acostumbrarnos a que, frente a una situación indignante, un país subdesarrollado solo llegue a mover la cola frente las cadenas de tv majors, consiguiendo así, sus cinco warholianos minutos de fama.
Pareciera ser que un globo marca adidas ha conquistado otro globo marca Tierra. No pareciera ser un negocio redondo.-
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