(Publicado por La Voz del Interior. 2005)
A pesar de su más de medio siglo en vigor, hoy no se cumplen muchas de su proclamas, no sólo en países periféricos, sino también en potencias. De hecho, durante la visita que hiciera el Nobel José Saramago a
Con esta catástrofe como escenario, cabe señalar que la declaración incluye una serie de reflexiones que aspiran a proteger los fenómenos culturales. Tan es así, que durante el mítico mayo francés del ´68
Han pasado más de 35 años de esos debates e independientemente de la polisemia de la palabra cultura (que ahora lleva “s” final de manera casi permanente) los derechos culturales siguen siendo una categoría subdesarrollada, inclusive en países desarrollados.
Así todo hablar de derechos culturales, y particularmente de derechos culturales como humanos responden a una necesidad de jerarquizarlos por encima del renglón folclórico o étnico. Desde esta perspectiva y enmarcados en un proceso de globalización donde la aparición de las redes de comunicación y el desarrollo de la llamada sociedad de la información ha quebrado de manera violenta las formas de vincularse, el derecho a acceder a la pluralidad de las culturas es un tema de una actualidad acuciante.
Derecho al disfrute de las culturas, a su desarrollo, conocimiento y mutuo respeto. Convivencia con los diferentes grupos que, por encima de las tradiciones, aspira a generar un patrimonio más variado, diverso y complejo.
En una publicación reciente de la exposición ¿Cultura (s)? Alternativas, diversidad, derechos se plantea una fabulosa contradicción <
Esta nueva acepción del término derechos culturales, se aparta de la vieja tradición de respeto y conservación (en formol) de lo tribal para redimensionarlo a la realidad actual, sencillamente ofreciendo una mayor riqueza de opciones. Opciones sobre las cuales elegiremos, lamentable e indefectiblemente, lo mismo una y otra vez como un robot ideado por Matt Groening para la serie Futurama.-
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