Estamos viendo Mussolini: Hijo del Siglo, una poderosa serie que se ofrece en la plataforma Mubi (sin dudas la mejor de todas estas estanterías de películas). Y digo "estamos" porque recién se ha subido el capítulo 4 de 8. ¡Vayamos más rápido, por favor! Esta serie aborda un período de la vida del fundador del fascismo -ciertamente un personaje clave y poco relevado de principios del siglo XX- a partir de una adaptación de la novela M: Hijo del Siglo de Antonio Scurati (2018), un libro cuyo lanzamiento generó un profundo debate que resonó hasta en el New York Times.
Toda coincidencia con la realidad actual no es pura coincidencia
La propuesta, articulada en una temporada inicial de 8 capítulos, describe la aparición y consolidación de un líder vertical en Italia de entreguerras -aunque podría ser otras latitudes, otras altitudes, otros tiempos- sumida en un caos político donde crece la devastación social, la putrefacción del entramado comunicacional y una angustiante pobreza estructural. Entonces, la degradación de un modelo político que había prometido una utopía social incumplida desencadenó la aparición de un período histórico bestial que permitió el surgimiento de Benito Mussolini.
Hablamos de un periodista socialista que termina convertido en uno de los más brutales dictadores del siglo pasado. Un arquitecto de la violencia que alguna vez dijo: "Soy una bestia coherente. He traicionado a todos, incluso a mí mismo".
La estética del totalitarismo
La serie despliega la estética de la violencia con un planteo de bordes surrealistas y una protagónica actuación magistral de dimensiones épicas. Grandilocuente, tal vez homenajeando a Fritz Lang, se puede observar ese líder de mímica violenta, incitando a la revuelta permanentemente, sembrando el odio de la diversidad ideológica y política.
Fuera de la historia, dentro de la serie, vale la pena destacar a su protagonista: tómense la molestia de buscar en internet a Luca Marinelli, y luego denle un Oscar. Su interpretación es tan brillante como repugnante, construyendo un Mussolini que seduce y repele en partes iguales.
Una ópera totalitaria
Esta es una verdadera ópera protagonizada por el totalitarismo, con coreografía de la historia bailando al compás de la represión y el sadismo con final cantado. La serie cristaliza la violencia explícita mientras construye un personaje profundamente perturbador que, sin embargo, logra hipnotizar a masas desesperadas por respuestas simples a problemas complejos.
El recurso visual es apabullante: escenas colosales que evocan el expresionismo alemán, primeros planos que capturan la locura en los ojos, discursos filmados como performances teatrales donde la palabra es arma y el gesto es amenaza. Todo construye un retrato visceral del fascismo, no como anomalía histórica sino como tentación permanente de sociedades en crisis.
¿Por qué verla ahora?
Porque Mussolini: Hijo del Siglo funciona como espejo de un presente nada distópico. Los mecanismos que describe -la manipulación mediática, el culto a la personalidad violenta, la promesa de orden a cualquier costo, el desprecio por la institucionalidad democrática- resuenan con escalofriante familiaridad en diversos mundos, más lejanos, más cercanos.
La serie no moraliza ni simplifica. Muestra la seducción del fascismo, su capacidad de responder con violencia organizada a cualquier duda, su promesa de grandeza nacional como antídoto a la humillación colectiva. Nos obliga a preguntarnos cuántos nuevos mussolinis hay: ni más ni menos que una advertencia histórica filmada de final cantando.-

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